Por: Valentín Varillas
Pasaban apenas de las nueve de la mañana de aquel 11 de febrero de 2010.
Al domingo siguiente, el panismo celebraría su asamblea para decidir quién sería el candidato blanquiazul en la elección estatal de julio.
A la casa del entonces senador, Rafael Moreno Valle, llegó Germán Martínez quien poco tiempo antes había renunciado a la dirigencia nacional del PAN.
¿La causa?
El penoso papel jugado por la derecha nacional en la elección federal del 2009, aquella en donde en Puebla no ganaron un solo distrito.
Martínez iba acompañado por senadores de Coahuila y el Estado de México.
El encuentro tenía como objetivo hacer patente el apoyo incondicional del presidente Felipe Calderón y su grupo político a la candidatura de Moreno Valle al gobierno del estado.
Era también el aval implícito para que grupos completamente ajenos al panismo se sumaran en aras de sacar a Mario Marín a Casa Puebla.
De todos ellos, el más atractivo, en términos de recursos y capacidad de operación electoral, era el que encabezaba Elba Esther Gordillo.
Tener al magisterio nacional de aliado en una elección en donde había que remar contra la intromisión oficial resultaba de sobra seductor.
Para los calderonistas, el amarre con “la maestra” era ya camino andado.
La hoy presa más famosa de México fue un factor fundamental para volver competitiva la candidatura de Calderón frente a López Obrador y mandar a tribunales la resolución final del proceso 2006.
Bajo la lógica del entonces oficialismo, el arrebatarle al PRI estados como Puebla y Oaxaca -utilizando la estrategia de formar alianzas con otros partidos- resultaba fundamental para perfilar un nuevo triunfo panista en el 2012.
Así que, el desayuno se dio en los mejores términos.
Las alabanzas a Rafael y su proyecto para gobernar Puebla fueron muchas y siempre acompañadas por desmedidos superlativos.
De haberse formado políticamente en el PRI y haber llevado a la práctica sus principios ideológicos en el servicio público -encabezando la secretaría más influyente y poderosa del gobierno de Melquiades Morales- se convertía, en tiempo récord y por decreto, en uno de los más grandes activos del PAN.
Así lo etiquetó sin el menor pudor Martínez, quien además aseguró que, en el escenario electoral de Acción Nacional, Puebla era la prioridad número uno:
“Hoy vengo a Puebla para apoyar a un candidato que recuperará el gobierno para Puebla. Estoy convencido que el PAN debe abrir las puertas a los ciudadanos como Moreno Valle. Yo creo que ganará Rafael (el domingo) y el panismo se mantendrá unido” -declaró a Status Diario.
Y agregó, refiriéndose a las alianzas:
“Yo estoy respaldando todas las alianzas de candidaturas ganadoras, al presidente del PAN, César Nava y por supuesto a Moreno Valle”.
Todo fueron risas, apapachos y buena voluntad.
Seis años después, la realidad es muy distinta:
Moreno Valle se alió al peñismo en la coyuntura electoral 2012.
El rompimiento con el grupo de Calderón fue un auténtico cisma en Acción Nacional.
A partir de ahí, el gobernador de Puebla diseñó y operó una estrategia que tenía como objetivo único apoderarse del PAN.
Compró conciencias, invirtió millones y al final, logró parcialmente su objetivo.
Germán Martínez hoy tiene también una opinión muy diferente de Rafael y de la política de coaliciones en Puebla.
Lo anterior quedó clarísimo con una columna publicada en Reforma el miércoles pasado, en donde aseguraba no entender la lógica de la alianza PAN-PT, el partido del exgobernador Manuel Bartlett.
Recordó la defensa “heroica” del triunfo panista en Huejotzingo en el 96, cuando Ana Teresa Aranda subió sus bonos políticos al enfrentar al otrora poderoso Bartlett Díaz.
Por cierto, Germán considera que La Doña debería de haber sido la abanderada blanquiazul en el proceso de este año.
Para el Martínez de hoy, la alianza con el Partido del Trabajo es “una vergüenza”.
Raro que no etiquetara así el amarre con Elba Esther en el 2010.
El combate frontal a figuras que hicieron de la corrupción un método para escalar posiciones en lo político y enriquecerse en lo económico, fue uno de los principales motivadores para los fundadores de Acción Nacional.
¿Cuándo sí y cuándo no apoyar la política de alianzas?
¿Cuándo sí y cuándo no pueden ser consideradas como “deseables”?
En la óptica de Germán Martínez, cuando hay un beneficio personal o del grupo al que perteneces, hay que sumarse gustoso a unir esfuerzos con Dios y con el diablo.
Cuando los astros de la política no te favorecen: enarbola la tan prostituida bandera de la congruencia y ataca todo sin piedad.
Total, la apuesta siempre será por la desmemoria.