Por: Valentín Varillas
Eso cuentan en la oficina del titular de Gobernación.
Que Miguel Ángel Osorio Chong anda por demás crecido ante el supuesto buen desempeño electoral que muestra en las encuestas de cara a la elección presidencial del 2018 y que ha empezado a checar quiénes podrían competir por las gubernaturas en aquellos estados en donde también habrá proceso electoral.
Para el caso Puebla, el elegido sería Juan Carlos Lastiri, actual subsecretario de la SEDATU.
Según los cercanos al jefe Chong, para el encargado de la política interna nacional, el de Zacatlán podría ser un perfil congruente con la estrategia priista de mantenerse en el poder por lo menos un sexenio más.
Lo que sea que esto signifique.
Tal parece que Lastiri ha sabido manejar muy bien sus relaciones con personajes clave del círculo cercano del presidente Peña, lo que podría significar apoyos valiosos en la coyuntura de la elección del próximo gobernador poblano de seis años.
Parecería lógico pensar que serán ellos los encargados de operar directamente su sucesión y que llevarán mano al momento de elegir perfiles que, en su lógica, maximicen las posibilidades de ganar la mayor cantidad de posiciones políticas que respalden al nuevo mandatario.
Lo anterior, desde la óptica de los afectos que se ha ganado a nivel federal, parece lo más adecuado.
Sin embargo, la siempre estricta dictadura de la rentabilidad electoral parece contradecir lo anterior.
Y es que, a dos años y medio de la contienda, Juan Carlos no parece destacarse como la figura más carismática de la política poblana.
Ni el de mejor imagen.
Tampoco la que mayor intención de voto podría obtener.
Mucho menos confianza.
Tal vez si van a privilegiar la estrategia del voto del miedo, ahí sí podría funcionar: el miedo de verlo en la boleta.
Si es verdad que la federación podría jugarse su carta poblana con él, tendrán que trabajar durísimo en estos aspectos, fundamentales en la decisión final del elector potencial, y en donde es superado ampliamente por otros tiradores priistas.
Una especie de “candidato de laboratorio” tendrán que sacarse de la manga, algo de lo que presumen ser especialistas quienes tendrán la última palabra.
¿Les alcanzará?
Es evidente que si el PRI gana la elección del próximo año (hoy, el escenario menos probable), quien resulte el candidato tricolor en el 2018 podría beneficiarse de la operación electoral del gobierno priista.
Ahí, el perfil del candidato podría pesar un poco menos, aunque está demostrado que sigue siendo la cuestión que más influye en la decisión del votante.
¿Y si gana Gali?
¿Sería Lastiri el mejor candidato para arrebatarle, de una vez por todas, el gobierno de Puebla al morenovallismo?
Dudas, mucho más dudas que certezas, con todo y la bendición de Osorio Chong.
Mientras, diría el clásico: “Habrá que esperar, todo puede pasar”.
Yo le agregaría: peores cosas hemos visto ya en la política poblana.