Por: Rocío García Olmedo
Las escenas que seguramente casi todos, todas, vimos de la espantosa muerte de dos personas cometido en el municipio de Ajalpan, Puebla, para desgracia de todos nosotros no es un hecho aislado, ni tampoco es el primero que conocemos en nuestro Estado; incluso, es una terrible realidad que se ha presentado en distintas zonas del país. Sin embargo, este triste acontecimiento, debe llevarnos a reflexionar a todos/as acerca de qué los origina y a buscar la forma de entenderlos de fondo.
El miedo que nos produce a todos un rumor que se expande, casi siempre ante una presunción, que rápidamente se convierte en una afirmación tácita de que se van a cometer hechos delictivos que nos pueden afectar directamente, a algún familiar o conocido, especialmente cuando suponen van dirigidos a niños/as: “son secuestradores” “son robachicos” generan un sentimiento de indefensión que se generaliza rápidamente ante un hecho innegable: la desconfianza en las autoridades.
Y ello es producto justamente de las múltiples experiencias vividas por muchos y muchas cuando han sido víctimas de algún delito. Los ciudadanos y ciudadanas no ven a las autoridades de procuración y de administración de justicia como las instituciones que buscan procurar justicia. Muchos delitos no tienen castigo. Muchos delincuentes quedan en libertad. Sin duda podrían enumerarse muchas causas que lo provocan: no hay denuncia de origen, procesos mal integrados tanto por las autoridades como por las víctimas, probanzas mal presentadas, pero también mal valoradas, etcétera. Experiencias muchas, innegables, que generan impunidad, y una gran desesperanza y frustración ciudadanas.
También es necesario conocer el entorno familiar, educativo y fundamentalmente social y político que nos permita detectar y prevenir; y en ello, si bien una buena parte nos corresponde a los ciudadanos; sin duda una parte fundamental le corresponde a las autoridades todas, de todos los niveles. Más aún en tratándose de una entidad federativa como la nuestra. Cada municipio de los 217 que conforman nuestra entidad son diferentes, su construcción histórica y reciente, sus usos y costumbres, su ubicación, sus necesidades, entre otros muchos factores, los hacen diversos y esto es obligación de los hombres y las mujeres que son autoridades en el Estado poblano de tenerlo muy claro, para definir el orden de atención que debe tener cada uno de ellos, desde sus muy diversas problemáticas y necesidades.
Sin duda los factores determinantes de hechos tan lamentables son muchos, pero coincido con el Dr. Francisco Valdés Ugalde investigador experto de fenómenos sociales “(…) este acontecimiento y sus gemelos -refiriéndose a hechos similares acontecidos en otros lugares- sí dan cuenta de ingobernabilidad. La peor ingobernabilidad es la que emana de la desconfianza (…)”
Necesario entonces reconocer la presencia de un problema estructural para estar en posibilidades de presumiblemente entender y atender este grave problema público.
Estos sucesos en Puebla deben ser una advertencia más, para corregir actuaciones insostenibles. Atender a las causas integralmente. Diseñar una política social diferenciada y diversa para los 217 municipios. Puebla no sólo es la zona metropolitana.
Culpándose unos y otros me parece que no es la mejor forma de enfrentar este hecho lamentable. ¿Por qué no pensar en cambiar lo que está fallando? Reinventarnos, corregir y buscar nuevos métodos. Sin duda un proceso difícil y complejo pero necesario y urgente.
Estas imágenes espeluznantes que todas, todos vimos, en la que perdieron la vida de la manera más horrenda, dos personas inocentes, tampoco es justicia; son actos de barbarie que no pueden seguir presentándose en Puebla ni en ninguna parte de nuestro país. Hay que actuar antes de que sea tarde.