Cuestión curiosa: es el mismo argumento que usó Calderón contra AMLO en 2006. Fue poco democrático entonces y es poco democrático ahora.
Quienes insisten en el voto a favor de otros partidos, con tal de que el PRI no se vea fortalecido, en realidad no dicen al electorado las razones que hacen distintas o mejores a las otras opciones políticas. ¿Qué pensarán los anti-anulistas si el ciudadano sigue su consejo y, con tal de no fortalecer al PRI, elige al Partido Verde o a Nueva Alianza como su opción preferida? La respuesta puede anticiparse: no estarán de acuerdo y lo llenarán de adjetivos, porque en realidad no solo llaman a votar, sino a votar por las opciones que ellos creen correctas. Eso, en último de los casos, es una campaña política.
Asimismo, quienes llaman a votar de esa manera asumen que el ciudadano debe encontrar alguna opción satisfactoria dentro de las opciones que se le presentan en la boleta electoral mexicana. Esa premisa es antidemocrática y falsa.
Además, saben que está en juego la legitimidad de quienes resulten electos y que no es lo mismo que los diputados que se elijan el próximo domingo sean producto de un proceso en el que la votación ronde el 60% ó 70% de la participación, a que solo un paupérrimo 30% ó 40% del electorado acuda a votar.
Pero, exactamente, el mensaje más importante es del 70% ó 60% que no votará. El sistema de partidos mexicanos –y el sistema político mexicano, en general– no está funcionando y ese es el mensaje que envía el 70% ó 60% del electorado que no saldrá a votar el próximo domingo. Esa es la razón por la que es plausible que, quien no se identifique o no se sienta satisfecho con algunas de las propuestas políticas, anule su voto o no vote. Su expresión de insatisfacción dice tanto como la de aquellos que votarán. Verlo así es evitar, desde ya, que cualquiera de las opciones políticas se declare “ganadora” con un tercio del las preferencias, en un proceso con una participación del 35% (o, lo que es lo mismo, que solo le vote una novena parte del total del electorado).
De igual forma, se equivoca quien afirma que con este voto (específicamente el del próximo domingo) se controle a la autoridad, pues ese argumento será válido a partir del 2018 –donde se permitirá la reelección de legisladores. Ahora mismo no es posible decir que este proceso electoral sirva como mecanismo de control de las opciones políticas, lo que se ve confirmado por el hecho de que un tercio de ellas no apareció en las boletas de 2012 (Morena, el Partido Humanista y Encuentro Social)
El voto nulo y el porcentaje de abstención dicen mucho más de lo que los anti-anulistas y los partidos políticos quieren que digan. Las elecciones que fueron una disyuntiva entre el PRI como partido mandamás de la cámara o no, y el PRI en Los Pinos o fuera de ellos, se celebraron en 1997 y en el 2000. Hay quienes, después de quince años, siguen anclados en esa discurso de disyuntiva y se niegan a escuchar un silencio que es un grito ensordecedor: el de la abstención y el voto nulo.
El 70% ó 60% del electorado que no votará dice mucho y dice tanto como quien vota. Se trata de una voz de hartazgo y de rechazo contra un sistema que tiene a la corrupción como su pilar hegemónico.
Es un grito en silencio.
Que lo escuche, pues, quien lo quiera escuchar.