¿Por el PRI de Jorge Estefan?
Ese PRI agachón que acuerda en lo oscurito para buscar el apoyo del gobernador de oposición y evitar el veto que daría al traste con sus aspiraciones electorales.
El que pacta con quien en teoría critica y se cuelga del acuerdo con el supuesto enemigo para amarrar su triunfo electoral.
Es el partido de las dos caras, el maestro en el manejo de las máscaras que está dispuesto a todo con tal de lograr sus objetivos.
Un PRI muy parecido al anterior es el que representa Juan Manuel Celis.
Igualmente pacta con el supuesto enemigo político en aras de amarrar una posición, pero con una agravante: el compromiso de traicionar al partido en futuras coyunturas electorales para sumarse al morenovallismo en los procesos locales del 2016 y 2018 y apoyar el proyecto presidencial del gobernador de Puebla.
¿O qué tal el PRI del delegado Hernández Deras?
El echado para adelante, el que no le teme a nada, el que asegura a diestra y siniestra que le dará una lección al panismo poblano quedándose con la mayoría de los distritos electorales que estarán disputándose el 7 e junio próximo.
El PRI que rehúye a la crítica y que declara sin pudor que la estrategia de golpear a algunos de sus miembros impresentables, como el ex -gobernador Mario Marín Torres es producto del miedo y el nerviosismo que genera su “apabullante” oferta electoral.
¿Y qué me dice del PRI de personajes como Nancy de la Sierra y Alejandro Armenta?
Ese del victimismo sistemático, el que grita a los cuatro vientos que en Puebla se vive una elección de estado y que se operan electoralmente recursos y programas financiados con recursos públicos.
El gemelo perverso de ese PRI, es el que ha institucionalizado y practica sin escrúpulos la trampa electoral.
Es el de la compra de conciencias, el del lucro político con el hambre y la miseria de los pobres que en su gran mayoría nacieron después de más de 70 años de aplicación de su perverso modelo de gobierno.
El PRI de la entrega de televisiones y despensas con el mayor descaro, que se cuelga de las instituciones del estado para sacar ventaja con respecto a sus contrincantes.
Se trata, señoras y señores, del auténtico creador del fraude electoral.
Con menos protagonismo, pero también presente, está el PRI que es tomado como rehén por personajes que se sienten con los tamaños de concretar ambiciosos proyectos políticos personales al amparo del partido.
Es el PRI de los “liderazgos”, esos que han brillado por su ausencia en lo que apoyos a los candidatos tricolores se refiere.
Se han hecho a un lado porque ellos mismos se encargaron de vaticinar una nueva catástrofe electoral en Puebla, catástrofe que, sobra decirlo, abona a la consecución de sus objetivos políticos.
Ahí están los casos de Enrique Doger y Blanca Alcalá.
El primero buscando amarres, intentando pactar con Dios y con el diablo con tal de encontrar apoyos para su potencial candidatura al gobierno del estado en el 2016.
La segunda, alejada completamente de la grilla local, negando que tenga interés en la mini-gubernatura y aprovechando al máximo el cargo al que llegó gracias al partido para viajar por el mundo con cargo al erario.
¿Cómo ve?
¿Qué PRI es el bueno?
¿O tendría que decir: el menos malo?
Si usted sabe cuál es el que se apega más al del logo que aparecerá en la boleta electoral el 7 de junio, no sea malito, me avisa.