La voluntaria y convenenciera omisión tiene que ver con que él y nadie más es el responsable directo del nombramiento de Jaid Mothe Hernández en uno de los cargos de mayor importancia e influencia al interior de la corporación encargada de velar por la seguridad pública en aquel municipio.
Lo anterior, además de ser una facultad exclusiva de todos y cada uno de los alcaldes, era uno de los temas de lo que orgulloso se jactaba el edil.
Ante propios y extraños, Espinosa aseguraba que había tenido los tamaños suficientes para impedir que el entonces Secretario General de Gobierno, Luis Maldonado Venegas y el de Seguridad Pública estatal, Facundo Rosas, le impusieran al secretario municipal y por lo mismo, al resto de los cargos de mayor importancia en el organigrama de la dependencia.
Aseguraba entonces que todos, absolutamente todos los nombramientos habían dependido de él y que así seguiría hasta el último día de su mandato al frente del ayuntamiento cholulteca.
Como le comenté en este espacio, una vez electas las autoridades municipales, desde el gobierno del estado se echó a andar una estrategia para imponer en Puebla un mando único de facto que suponía el colocar a cerca de 100 personajes que habían trabajado ya con Facundo Rosas en anteriores responsabilidades, en las direcciones y subdirecciones de seguridad pública de los municipios más importantes del estado.
José Juan hizo valer la autonomía municipal nombrando directamente a los funcionarios que iniciaron con él el trienio y a los que a la fecha se encuentran desempeñando estos cargos.
En este contexto es imposible eludir la responsabilidad de haber permitido que un personaje como Mothe Hernández, capaz de asesinar a sangre fría y por la espalda a un ciudadano, tuviera todas las facilidades para llegar al cargo que ostentaba.
Sin embargo, de eso, Espinosa no ha dicho una sola palabra.
Tampoco ha hablado, por cierto, del enorme lapso de tiempo que se generó entre los hechos que derivaron en la muerte de Cadena Becerra y las primeras acciones que su gobierno llevó a cabo para enfrentar la situación.
Estas horas fueron fundamentales para que Jaid Mothe eludiera momentáneamente la acción de la justicia y para que, paralelamente, se montara una puesta en escena en donde el ex uniformado fue aleccionado sobre cómo y qué declarar en su mentirosa versión de los hechos.
La hipótesis del “accidente” —una auténtica mentada de madre en términos de la más elemental criminalística—, pretende engañar a la opinión pública y matizar el enorme embrollo en el que se encuentra hoy el presidente municipal de San Pedro, quien se enteró de estos hechos hasta las 10:30 de la mañana por encontrarse en el municipio de Teziutlán, lugar en donde su cónyuge realiza campaña en aras de llegar a la diputación federal del distrito con cabecera en ese municipio.
¿Cómo ve?
Todo lo anterior echa por tierra la columna vertebral de la defensa televisiva que protagonizó Espinosa Torres y que se basó en repetir una y otra vez que, a diferencia de otros, él si da la cara cuando enfrenta un escándalo de esta naturaleza.
La referencia al caso Chalchihuapan, sobra decirlo, fue evidente y tuvo ya acuse de recibo.
Sin embargo, en los hechos, el “dar la cara” no puede basarse en repetir medias verdades y lugares comunes, manipulando las instancias oficiales a su cargo para evadir responsabilidades directas – que van mucho más allá del autor material del asesinato- y mentirle a la opinión pública y sus gobernados.
A pesar de que se pretende dar carpetazo al asunto con la “entrega” del asesino a las instancias de procuración y administración de justicia, esto apenas empieza.
Para que una autoridad esté a la altura de un caso como éste, hace falta mucho más que solo indignarse.