18-05-2024 02:30:59 AM

Abstencionismo: democracia y realidad

MEMORIALOK

Sin embargo, el diagnóstico es claro, pero la medicina no resulta convincente: se intuye un hartazgo ciudadano, pero mientras unos animan a votar, otros apuestan por el abstencionismo o la nulidad del voto.

Los argumentos son de distinta índole (políticos, jurídicos, sociológicos), pero  pasan por alto dos cuestiones que caracterizan al sistema mexicano.

La primera salvedad tiene que ver con la idea del voto como ejercicio democrático y de igualdad. A esta verdad habría que matizarla: ese ejercicio democrático, de libertad e igualdad, reúne esas características si el sistema electoral permite que el voto de una persona cuente de la misma manera que el de otra y, además, si la competencia entre los actores a elegir permite que el voto ciudadano se refleje en la composición del órgano que elige —lo que requiere una competencia real e igualitaria entre los candidatos. En otras palabras, no puede decirse que el voto sea ese elemento democrático y constitucional si no se respeta la voluntad del electorado o si los actores políticos no compiten en igualdad de condiciones para lograr el voto. Por eso, a pesar de haber tenido elecciones durante el periodo de 70 años que gobernó el PRI, nadie podría aseverar que votar era un ejercicio de igualdad ciudadana en nuestro país.

El segundo aspecto tiene que ver con la idea de que el voto fortalece el sistema de partidos y favorece la competencia entre los actores políticos. De nuevo, esta aseveración merece ser matizada: esto es cierto, siempre que el sistema político ofrezca la oportunidad a los ciudadanos de participar en la vida interna de los partidos. Si ello no es posible o no existen los elementos para que eso suceda, sobra decir que se está en presencia de un sistema que promueve poco la competencia al interior de los partidos y que excluye a la ciudadanía de sus procesos internos, lo que alienta la inmovilidad de las élites. La mayor obviedad al respecto resulta ser la carencia de elecciones primarias dentro de los partidos y el extremo más claro es la decisión de las cúpulas de los partidos en la designación de candidatos.

Como diversos columnistas lo han resaltado recientemente, el voto es el vehículo más útil y más igualitario que reafirma nuestra ciudadanía. El llamado a no votar carece de lógica democrática en la visión del voto como instrumento de igualdad, pero no en el entendido de que los partidos no parecen dispuestos a jugar con reglas más igualitarias y más ciudadanas. Resulta ser una encrucijada que no se resolverá en la próxima elección, pero que sí devela la necesidad de una reforma que termine con la endogamia al interior de los institutos políticos. Cualquier reforma en un sentido contrario será una nueva cirugía estética, que no curará el grave padecimiento de la democracia mexicana: la falta de control a los partidos políticos por parte de la ciudadanía.

abajomecinas

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