Su arribo supone un punto de apoyo para lograr acuerdos, tratar de tener una interlocución ordenada con el PAN y buscar recuperar la estructura perdida después de 2010. No obstante, “el amigo de EPN” —como lo identifican sus críticos— también es diputado local, lo que condiciona las críticas que pueda realizar a las decisiones del cabildo y las negociaciones con el panismo que gobierna la capital poblana.
Está de más decir que no hay muchos personajes que quieran ayudar a Chedraui. Entre los regidores del PRI, solo unos pocos se distinguen por ser soldados de partido. Otros, en cambio, son hijos de políticos. Los regidores deberían ser oposición, pero su labor se les complica porque, salvo excepciones, son incapaces de desarrollar un trabajo político serio.
En el horizonte poco halagüeño hay tres buenas noticias para el PRI de la capital poblana.
La primera tiene que ver con el momento de la elección. El próximo presidente municipal se elegirá en 2018, por lo que Chedraui y los suyos tienen tiempo de sobra para construir los acuerdos necesarios y la plataforma que les permita ser competitivos a nivel municipal.
La segunda buena noticia es que, para cuando se elija nuevo alcalde, Moreno Valle ya no será gobernador. No será lo mismo enfrentar a una maquinaria morenovallista dedicada en exclusiva a ganar la presidencia municipal —como sucedió con Gali—, que enfrentar a un panismo que estará ocupado en la elección presidencial -la única que le importará- y que además deberá cubrir otros frentes, como las elecciones a gobernador, diputados locales, diputados federales y senadores. Un pastel demasiado grande y todo un reto para un panismo al que le cuesta trabajo crear perfiles competitivos. El gobernador, con todo el aparato a su favor y el panismo poblano a sus pies, solo ha podido construir una candidatura seria, la de Antonio Gali. El PAN sin Moreno Valle en Casa Puebla será menos fuerte.
Y la ultima buena noticia para el PRI de la capital es que la lógica de la elección de 2018 será en clave federal y no en clave estatal. Si en 2018 tuvieran que presentarse a competir con su estructura y apoyos municipales y estatales, el PRI estaría en serios problemas desde ahora. Pero 2018 será una elección que tendrá como escenario un PRI cuyo voto duro en las elecciones federales le garantiza un 25% de la votación. Si Chedraui y el PRI local logran acuerdos y presentan una propuesta que atraiga al 10% de los electores, independientemente del voto duro del PRI, el partidazo podrá volver a gobernar la ciudad.
Sin embargo, no debe olvidarse que sus problemas no solo transitan por el desastre local, sino por el caos estatal. Más de un aspirante a gobernador negociará su declinación a cambio de la candidatura a Presidente Municipal. Un juego que no conviene al PRI. Ese tipo de negociación desincentiva el trabajo a nivel local, al no ser claro el beneficiario final del trabajo ingrato que implica ser oposición. Quien logre la candidatura declinando estaría consiguiendo un barco de papel, porque no parece que Chedraui y su grupo estén trabajando para que alguien más ocupe un trono que hoy se ve lejano.