La diputada Leal le ha puesto el pecho a las balas para salvar a su amigo de procesos legales basados en hechos comprobados de corrupción que de haber procedido, serían funestas para su carrera en el servicio público poblano.
Y es que, la regidora Myriam Arabián, en su carácter de presidente de la Comisión de Desarrollo Urbano del cabildo capitalino, presentó una queja formal ante la Contraloría Municipal para que se investigara el actuar del funcionario, señalado por empresarios como “proclive” al cobro de moches.
Sí, por lo menos un 10% para el otorgamiento “sin trabas” de permisos, licencias de funcionamiento y usos de suelo.
Algunos de ellos, sobra decirlo, son francamente violatorios de lo que establece el Código Reglamentario para el Municipio, que en teoría debería de seguir al pie de la letra.
De ahí que, de manera impune y violando la ley, este personaje se haya convertido en una pieza fundamental para que personajes cómodos al poder político poblano, sus prestanombres, dueños de medios de comunicación y demás fauna, hagan negocios millonarios con la instalación de gasolineras y plazas con locales comerciales.
No es nuevo el hecho de que el tufo de la corrupción envuelva el desempeño de Mora Salgado.
En marzo de 2012 fue nombrado como “encargado de despacho” en la Contraloría Estatal, una vez que Patricia Leal compitió como candidata suplente al Senado en la fórmula de Javier Lozano Alarcón, en la elección federal de ese año.
Desde el cargo, le dio forma a un muy lucrativo esquema de venta de protección a funcionarios que estaban siendo investigados por el órgano de control interno por denuncias de diversas irregularidades o corruptelas.
El negocio gozó de cabal salud hasta mediados de julio de 2013, cuando Eukid Castañón fue nombrado como nuevo Secretario de la Contraloría.
Ante la cantidad y contundencia de los señalamientos en contra de Eugenio Mora, se abrió una investigación que tuvo como consecuencia el cese inmediato del funcionario.
Cuando el panorama no podía ser más oscuro, otra vez su poderosa hada madrina intervino, lo cobijó bajo su manto protector, agotó sus buenos oficios y el peso de sus relaciones políticas y le consiguió, para desgracia de los poblanos, un cargo de importancia en la actual administración municipal de la capital.
Cargo en donde, sobra decirlo, sigue al pie de la letra su muy particular y rentable “estilo” de ejercer y entender el servicio público.
Un toque personal que, en teoría, no debería de tener cabida en la modernísima Puebla de hoy.
¿O no?