Quienes se han volcado a las calles y al ciberespacio para presionar a las autoridades federales y estatales exigiendo la pronta aparición y esclarecimiento del destino y paradero de los 43 estudiantes de Ayotzinapa no están fuera de lugar. La historia está llena de casos que indican que tendrán su recompensa al conocer la verdad y, ojalá, de recuperar a los desaparecidos.
No va a ser fácil, la tarea va para largo.
La historia reciente está repleta de casos inverosímiles de personas que estuvieron desaparecidas durante años, pero que debido a la presión social y a la fortaleza de sus familiares fueron localizadas con vida o hallados sus restos.
Como usted recordará, el pasado 26 de septiembre en Iguala, Guerrero, a manos de la policía municipal del lugar, de la de Cocula y del grupo delictivo Guerreros Unidos, murieron 6 personas y desaparecieron 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa “Raúl Isidro”.
El más reciente informe de la Procuraduría General de la República (PGR) señala que presuntamente los jóvenes desaparecidos fueron entregados por los policías municipales a los delincuentes. A decir de la autoridad, los normalistas fueron ejecutados, incinerados y sus restos arrojados a la afluente del río Cocula.
A partir de la desaparición de los estudiantes ha ido creciendo un movimiento de repercusiones internacionales en demanda de que aparezcan con vida los jóvenes y se sepa la verdad.
Pero ¿cómo resisten los familiares de los desaparecidos a la angustia y dolor de lo que saben vivieron sus nietos, hijos o hermanos? ¿Cómo soportar la presunta ejecución de los jóvenes? Y si en verdad están muertos ¿cómo no fallecer ante la noticia?: Resistir en la esperanza.
Cuando parece que no hay elementos para continuar en la brega siempre hay antecedentes que alimentan la capacidad de continuar hacia adelante.
Por ejemplo, recientemente Argentina fue testigo de un caso de entereza y persistencia que duró más de 30 años, y que para fortuna concluyó con resultados positivos para quienes nunca dejaron de luchar.
A fines de 1977, Laura Estela Carlotto, quien estaba embarazada, fue secuestrada y desaparecida en Buenas Aires – se calcula en alrededor de 30 mil asesinados o desaparecidos- durante la dictadura militar (1976 – 1983).
Ante la desaparición forzada de mujeres embarazadas y las posteriores reconstrucciones en el sentido de que hubo partos en mazmorras y la asignación de dichos bebés -hijos de activistas- a matrimonios afines al régimen, detonó el deambular de las mujeres que poco a poco fueron conformando la asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
Cuando empezó el peregrinaje de las Abuelas se pensó que se trataba de una actividad estéril e inútil porque se estaba ante un escenario inédito en la historia de la humanidad, y porque difícilmente las dictaduras documentan sus atrocidades, como para poder dar seguimiento a lo ocurrido. No obstante lo anterior, a la fecha se han recuperado 115 nietos.
En otro caso que pareciera que el tiempo habría borrado, en marzo de este año los restos de diez soldados británicos que murieron a principios de la Primera Guerra Mundial –la cual por cierto cumple un siglo- fueron identificados tras haber sido hallados en el 2009.
Posterior al pleno esclarecimiento de la identidad de los restos hallados ahora las autoridades británicas terminarán de establecer los lazos familiares finales, que les permitan a sus connacionales de principios del siglo XXI contar con la información necesaria para acceder al derecho humano de conocer su linaje y parte importante de su historia familiar.
La resistencia de los familiares y amigos de los normalistas desaparecidos tiene sustento en la esperanza, va para largo y es contagiosa. Tienen la historia y la justicia de su lado. El tiempo lo confirmará.