Edipo, descendiente del rey tebano Layo, enfrenta a la esfinge devoradora de viajeros, quien le plantea el afamado acertijo: ¿Cuál es el ser que con una sola voz tiene cuatro patas, dos patas y tres patas?
Edipo acierta a decir que es el hombre quien en sus primeros años gatea, luego al paso de los años anda en dos pies y en su vejez se desplaza en tres, cuando se auxilia de un bastón.
Por supuesto la pregunta no es una interrogante para probar solamente la inteligencia de Edipo, sino que es un cuestionamiento filosófico que no se resuelve con dar la respuesta correcta, sino con acudir a nuestra profunda experiencia, y haciendo acopio de síntesis, externar lo que ha sido nuestra vida.
Como en el pasaje mitológico en el cual el viajero que no acertaba a responder el acertijo era devorado por la esfinge, así el individuo puede destruirse si no haya respuestas satisfactorias a sus cuestionamientos profundos.
Edipo resuelve el misterio asumiendo una visión holística de la vida.
De acuerdo con su etimología griega, el holismo es la postura epistemológica que aborda la realidad como un todo, y que esa realidad es mucho más que la simple suma de sus partes.
La clasificación de lo que hemos vivido como positivo o negativo responde más a la antiquísima forma de ver todo como algo partido, o como el resultado de la suma de los contrarios, pero no a una visión holística.
Acostumbrados a la visión parcial de la realidad, algunos pasajes de nuestra vida los convertimos en lápidas que no nos permiten transitar con libertad, otras experiencias que llevamos a cuestas se convierten en propulsores que nos alientan a continuar nuestro andar con renovados bríos. Pero de esta manera caemos en la pena o el optimismo desbordado.
Al asumir una visión holística lo que vamos viviendo cobra una dimensión que abarca lo mío y lo tuyo, el pasado, el presente y el futuro, y así las cosas toman una dimensión real, y, en consecuencia, la polaridad de positivo o negativo puede cambiar por su contextualización más amplia.
Para fortuna nuestra, podemos asumir el enfoque holístico o sufrir de manera cruenta la dualidad de la visión reduccionista.
Tomar conciencia de que podemos adoptar enfoques diversos y no casarnos con uno solo para analizar y entender lo que hemos vivido, además de dar pautas para ir esclareciendo lo que ha sido nuestra vida, nos da la posibilidad de librarnos de los sentimientos de culpa que no tienen razón de ser.
Ahora, lo que nos va marcando no es otra cosa que pasajes significativos de la vida, es decir, es lo vivido en lo que hemos consumido parte de nuestra vida, pero no es toda la vida, aunque pareciera que por ahí se nos va íntegramente.
Por ejemplo, la mujer transformada en madre nunca más volverá a ser la misma, pero eso no implica que ya no vaya a vivir otras experiencias. Por supuesto que todo su ser ha cambiado y después de ello habrá de transitar su existencia con lo que implica ser madre. Así pasa en casi todo: el nuevo cónyuge, el profesionista, el hijo, el convicto…
Veamos que una vez que vivimos algo ya no podemos retroceder y borrar la experiencia, pero sí podemos dar utilidad de múltiples formas, según nuestro enfoque…
Como difícilmente nos detenemos a pensar en lo que nos va marcando y cambiando, en la postura que adoptamos frente a ello y en la imborrabilidad de la experiencia no acertamos a desmarañar el hilo conductor de nuestra vida.
Y entendiendo el verdadero valor de cada etapa, sin importarle el peso vivencial de cada una de ellas. ¿Despertaremos nuestro Edipo interno?