No solo se llevan entre las patas su honra y prestigio personal sino que, en su afán por indexar su imagen a la marca y perfil de Puebla, pasan a joder al ya de por sí jodido estado.
Ximena Navarrete es un ejemplo de ello.
En el 2012, en el marco del 150 aniversario de la Batalla de Puebla, la compraron para ser la imagen representativa de la entidad, tanto a nivel nacional como internacional.
La placearon hasta la saciedad.
Actos oficiales, inserciones pagadas, videos, entrevistas, pegotes, posters, flyers, comerciales, pendones, fuegos artificiales, fastuosas fiestas.
En todos, Ximena Navarrete fue presentada como un icono poblano, pese a ser tapatía.
Para el gobierno del estado, la ex Miss Universo era sinónimo de pipope: pieza poblana perfecta.
Pero como el Rey Midas al revés, tal parece que el toque morenovallista le afectó.
Algo le pasó a Ximena que pasadas las fiestas fatuas, salió despavorida y trató de borrar en todos sus perfiles de redes sociales, su paso por el estado.
A partir de ahí, nada le ha salido bien.
Fracasó en su debut telenovelero, pues el público pronto se dio cuenta de que no tiene talento pero es muy buena moza.
Ahora… en vez de ser icono poblano, es moneda de cambio en una banal relación sentimental que involucra a un actorcito cubano, a su ex esposa, a ella y otra actricita que quiere destacar en el medio.
Ya no es imagen poblana, es tapa de revista de chismes.
Ya no es pipope, es una actriz metida en el escándalo de la prensa rosa.
Ya no es la embajadora de Puebla, es una más de las damnificadas de este gobierno.
Entre balas de goma, un niño muerto, despojos arbitrarios, cobros excesivos y una autoridad que no ve, no oye no habla; ahora sí como dijera él: ya no sabemos qué más podemos hacer.
Así anda la imagen institucional del estado, hecha un auténtico desmadre.
