No acordarnos de Osvaldo, a tres años de su tragedia personal, es un síntoma contundente de cómo la sociedad, medios de comunicación y gobiernos hemos perdido progresiva e irremediablemente la capacidad de indignación.
Osvaldo resultó mutilado en estos hechos.
Perdió pierna y brazo derechos.
En el momento del accidente, el niño se convirtió en botín político.
Fotos, visitas al hospital por parte de autoridades federales y estatales, además de las promesas, muchas promesas.
Queriendo expiar culpas, la Sedena se hizo cargo de la hospitalización y ofreció una indemnización de 500 mil pesos a la familia, la cual fue rechazada contundentemente.
Pensión vitalicia, pidieron; un requerimiento apenas justo para quien verá mermada de por vida la posibilidad de competir por un empleo digno en igualdad de condiciones.
A tres años, Osvaldo sufre la injusticia del olvido, aunque las secuelas las padecerá de por vida.
Recién sucedida la tragedia, la familia de Osvaldo Zamora enfrentó la obesa e ineficiente burocracia estatal, que dificultaba que tomaran posesión de la casa donada por la empresa Geo.
Al principio, el padre del menor, Bernardo, recibió una “ayuda” de 6 mil 170 pesos mensuales por parte del gobierno de Puebla que caducó al año.
Sin explicación alguna se suspendió de manera unilateral.
Los apoyos para que el menor recibiera tratamiento médico también tuvieron fecha de caducidad.
Hoy no recibe siquiera lo necesario para trasladarse de su comunidad a la capital para poder recibir las terapias que necesita para llevar de la mejor manera posible su condición.
Al final, fue una historia más.
Ya no vende, ni en lo mediático ni en lo político.
El mismo riesgo corre José Luis Tehuatlie Tamayo.
Que nos olvidemos de él, de su historia, de las circunstancias que rodearon su cobarde asesinato y de que, hasta el momento, se trata de un crimen que permanece impune.
No hay responsables todavía y a medida que pase el tiempo, las probabilidades de encontrarlos se reducen dramáticamente.
La necia versión oficial sigue orientada al deslinde del gobierno y permanecen ausentes las medidas contundentes que deberían de haberse tomado para que una muerte como la de José Luis no vuelva a ocurrir.
Hoy, desgraciadamente, están dadas todas las condiciones para que la tragedia se repita.