Antonio Gali es el que inaugura obras, ofrece apoyos, entrega diplomas, establece las directrices sobre el proyecto presupuestal, pone plazos fatales a las tareas en ejecución.
En las reuniones entre los equipos de trancisión, es Gali quien lleva la voz cantante y exige cuentas, saldos, documentos mientras que Rivera Pérez a todo se queda calladito y sólo asiente o niega con la cabeza.
Eduardo Rivera no oculta el hecho de que ya fue completamente rebasado y que si sigue en el cargo, es nada más porque constitucionalmente tiene que salir del palacio municipal hasta enero del próximo año.
Sus más recientes declaraciones son reflejo de lo anterior.
“Será con Antonio Gali Fayad, con quien el sindicato tendrá que negociar las plazas”. (sic)
En pocas palabras, renunció a su legtímo derecho de asumir su autoridad ante un tema que le ha sacado canas verdes a él y a sus antecesores, pero que todavía le puede generar problemas en este cierre de administración, y lo peor, al arranque de la siguiente.
¿Se imagina que inicie operaciones la nueva administración municipal con un paro de labores porque el actual edil no quiso hacer su trabajo?
Conociendo a Israel Pacheco, no dude usted que ocurra.
Entre los más granado del PAN no están muy contentos con Eduardo porque a final de cuentas, entregará la alcaldía a un personaje ajeno a su círculo y porque no ha podido garantizarle posiciones importantes en el nuevo equipo, pero más aún, que no cierre con dignidad estos meses que le restan.
Inclusive, en los corrillos municipales ya se hace mofa de su papel en el próximo festejo patrio.
¿Quién acompañará a Moreno Valle en el grito de Independencia? ¿Gali o Rivera?
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