En México los barrios son demarcaciones con identidad propia que generan sentido de pertenencia por su historia, por su arquitectura y porque son nodo básico en la extensa red de urbes, poblados y comunidades.
A diario un lento e invisible empobrecimiento físico y humano carcome nuestros barrios. ¿Cómo detener o al menos mitigar las agresiones a estas áreas vitales de convivencia?
Los barrios son piezas clave en los lugares que han obtenido la denominación de Pueblo Mágico, Ciudad Educadora o Ciudad Patrimonio de la Humanidad porque ahí confluyen edificaciones, condiciones geográficas y peculiaridades étnicas o culturales que crean ambientes únicos.
Así, los barrios de nuestro país a veces son refugio de grupos étnicos adaptados a la urbanidad que por ello conservan gastronomía, fiestas religiosas sincréticas y usos y costumbres que parecieran sólo de zonas indígenas.
Por si fuera poco los barrios arropan a intelectuales, artistas, deportistas y personas comprometidas con su localidad.
Es decir, en los barrios se observa en micro el principio que sustenta a las Ciudades Educadoras: el entorno ciudadaniza a las personas y las personas humanizan al entorno.
Diariamente las edificaciones de los barrios son dañadas ambiental y humanamente, como el saqueo silencioso, restauraciones inexpertas, destrucciones indolentes o intervenciones solapadas por la corrupción gubernamental.
Por otro lado, la desorganización, la falta de diálogo, las migraciones, la incomprensión intergeneracional, la violencia intra y extra familiar, entre otros fenómenos sociales, desgastan la cohesión social que sostiene el venaje humano de los barrios.
Ante la importancia del espacio y la magnitud de sus problemas es vital recurrir a experiencias exitosas para tomarlas como referente y frenar el empobrecimiento tangible e intangible.
Allende fronteras están documentados casos a seguir. Invoco un par: “Espacios educadores en barrios del Sur” (Buenos Aires, Argentina) y el proyecto “Cultura en el barrio” de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (UNESCO); el primero propició la apropiación educativa de espacios públicos y el segundo ha fomentado proyectos en diversos países utilizando la cultura como medio de diálogo, tolerancia y desarrollo sostenible.
En México hay experiencias que deben difundirse profusamente – ya me ocuparé de algunas posteriormente – como la que desarrolla el pedagogo y comunicador Luis Fernando Paredes Porras, quien en cinco años ha conformado un grupo de colectivos en Tuxtepec, Oaxaca convirtiendo al barrio La Piragua en ejemplo creciente de “Barrio Educador” y epicentro de una extensa red de símiles en el sureste mexicano.
Por cierto, mientras usted lee este artículo, en uno de los barrios más emblemáticos de Puebla, Puebla – El Carmen – se desarrolla la feria patronal, una festividad absorbida lamentablemente por el comercio informal y el pago de facturas políticas. En esta concentración las autoridades municipales han excluido de la organización a los vecinos y marginaron el talento del barrio. Para que dimensione la omisión pongo un referente: tan sólo en un radio de tres cuadras se ubican cinco universidades y viven o laboran artistas e intelectuales de talla nacional e internacional.