Sin embargo, el puesto de “secetario particular” lo considera como un cargo de segunda categoría: “son sólo los gatos del secretario en turno” (sic); por lo que él prefiere venderse como “Jefe de la Oficina del Secretario de la Secretaría de Educación Pública”, cargo que no existe en los organigramas oficiales de ninguna de las dependencias estatales.
El “Hitlercito” Fernández de Castro asegura que él tiene el manejo total de la dependencia, que él decide agendas, horarios, formas de trabajo, manejo del dinero etc; y que el propio secretario Lozoya recurre a él para las decisiones importantes de la SEP.
Su proceder ha hecho quedar mal a su jefe en múltiples ocasiones con funcionarios de otras dependencias, obliga a cambiar las sedes de juntas y reuniones sin previo aviso ocasionando retrasos en los encuentros, deliberadamente evita citar a los mismos a jefes de departamento y subdirectores, para después exhibirlos como “incompetentes”.
Su más reciente gracia fue cambiar, por sus pistolas, la sede y la hora de una junta entre personal de la SEP, de la SGG, del deporte estatal y de la televisión oficial para definir la logística en la cobertura del Mundial de Tae Kwon Do.
Lozoya, Youshimatz y Maldonado esperaron por más de dos horas, porque Fernández de Castro no notificó a los de la televisora oficial que la junta ya no era a las 7 de la noche sino a las dos de la tarde.
Una perla que evidencia sus ínfulas ocurrió hace unos días en el Parrillaje de la Juárez, en donde acudió a comer con unos amigos.
A gritos alardeó su cargo en la dependencia, incomodando a los demás comensales que escucharon la manera soez en que se refería a su jefe, el secretario Lozoya.
De anciano pendejo no lo bajó.
“No mamen, no tienen idea de cuánta lana se puede uno chingar en la SEP”, blofeó.
Presumió su última adquisición: Un caballo “pura sangre, De esos grandotes, bien chingón” (sic)
Llamó a los meseros tronándoles los dedos y presumiendo que si lo atendían mal, no les dejaría propina y así “no tragarían ese día” (sic)
El colmo fue cuando obligó a su mesero a cambiar ¡5 veces! las botellas de vino que pedía, presumiéndose como experto catador:
-¡Este está avinagrado!-
-¡Éste no sabe bien!-
-¡No mames, que porquerías me estás trayendo!-
Así por 5 ocasiones hasta que el capitán de meseros, muy amablemente le dijo: -Disculpe, señor, pero después de regresar 5 botellas, está claro que usted no sabe de vinos- lo que le mereció las burlas de sus acompañantes y de uno que otro vecino de mesa, que lo vio palidecer de enojo y vergüenza.
Aparte de patán…naco.
Así se las gasta “El Hitlercito” de la SEP, quien representa lo patético que pueden resultar personajes con un poquito, poquititito de autoridad.
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