Y es que, parafraseado a la exótica cubana de curvaturas prominentes y gustos gachos, Niurka, en el gobierno de Puebla hay una necedad crasa porque se cuente “su veldá” y se desdeñe todo lo que en su finita misericordia le es obceno, ofensivo, contrario.
De ahí que le cause comezòn cada vez que los columnistas-hijos-de-su escriben cosas que salen del script marcado, ensayado e impuesto, ese que tanto repiten sus corifeos que ya hasta se lo creen a pie juntillas y lo tienen como libro de cabecera.
En el olimpo morenovallista se tiene la falsa creencia, alentada por sus efebos y sátiros, de que en el mundo de los mortales, comunes y corrientes poblanos se vive con el ardiente deseo de que le vaya mal al gobernador y a su equipo de funcionarios, para que le hagan válida su promesa de que se iba en 3 años.
Nada más falso.
Ningùn mortal en su sano juicio estaría en contra del progreso, del crecimiento, de la transformación (para bien) del lugar en que nació; por más molestias, diferencias o embrollos que provoquen (total, ya estamos acostumbrados al las molestias son temporales, los beneficios son permanentes).
No es cuestionable la ejecución de obras ni la puesta en marcha de programas encaminados a lograr el bien común.
No es cuestionable que se quiere recuperar una imagen deteriorada por escándalos y abusos del pasado.
Lo que es cuestionable es el doble discurso, el doble rasero.
Lo que es cuestionable es que se haga, precisamente, a partir de otros escàndalos y otros abusos.
Lo que es cuestionable es que por un lado se despida personal, se aniquilen organismos que engrosaban una nòmina impagable, se implanten programas de recuperación de impuestos no pagados; pero el otro lado se disponga groseramente de recursos para fiestas fatuas que sólo enaltecen la figura del gobernante en turno.
Lo que es cuestionable es que se sobreponga el interès personal por alcanzar la silla del águila y se aplique mano de hierro convenenciera e intolerante, pisoteando organismos, garantìas individuales, dignidades.
Se cuestiona la forma, no el fondo.
No se puede llegar a ser gobernador vistiendo el traje de superhéroe que va a rescatar a la bella doncella de las garras del gran villano, para después convertirse en el tirano.
La libertad de expresión es un derecho inalienable de todos los involucrados en el oficio de comunicar e informar.
Nadie debe imponer a nadie qué escribir y qué leer.
Para eso están los boletines informativos, pero no las columnas ni los análisis, que son el reflejo de lo que piensa y opina únicamente el que la escribe.
Tratar de alinear a todos los columnistas, analistas, pensadores de los medios de comunicaciòn a una sola directriz es estèril, nunca lo podrán hacer.
Sería tanto como pretender que todos vistieramos el ridìculo chaleco con logotipo gubernamental al frente que le endilgaron a los escolares.
Cuàndo el vocero dijo que se demandaba a los periodistas por “el excesivo uso de la libertad de expresión” vino a mi mente la escena aquella de “Patch Adams” en la que el decano Walcott lleva a Patch a juicio para que le impidan ejercer la medicina, bajo el argumento del “uso excesivo de la alegría”.
Señor gobernador, no le haría daño reirse un poco de vez en cuando.
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