Roberto Madrazo, del PRI, traía un enorme desprestigio como político –primero como Gobernador de su Estado, luego como aspirante a la presidencia en 2000 y luego como dirigente nacional de su partido- y nunca pudo deshacerse de él, además de no generar simpatías entre el grueso de la población. Vamos, no íbamos a votar por un corruptazo y con tan mala fama.
Andrés Manuel López Obrador era –y creo que sigue siéndolo, aunque ahora con disfraz- un político conflictivo y manipulador. Desafiaba a las Instituciones y millones vimos cómo colaboradores cercanos de él recibían fajos de billetes –con ligas- como producto del tráfico de influencias y actos de corrupción. El “Rayo de Esperanza” en realidad era un mentiroso. No, no votaríamos por un farsante.
Roberto Campa Cifrián era el candidato del recién creado “Nueva Alianza” y todos sabíamos que era un simple títere de la verdadera dueña –hasta hoy- de ese partido, Elba Esther Gordillo. Nunca desperdiciaríamos nuestro voto de esa manera.
Patricia Mercado se presentaba como candidata del Partido Alternativa Social Demócrata y Campesina. Y aunque era una mujer inteligente y carismática, su partido jamás alcanzaría ganar, además de estar lleno de vividores de la izquierda mexicana que habían desfilado por otras diez opciones antes que esa. No, no era una opción verdadera.
Finalmente, Felipe Calderón se presentaba como candidato del PAN. Como partido, con buenas ideas y principios, encabezó la lucha cívica que poco a poco derivó en la derrota del sistema de partido hegemónico dominado por el PRI. Denunció por décadas la corrupción y excesos del PRI y sus gobernantes. Por ahí íbamos bien.
El problema era que el personaje que había logrado sacar al PRI de Los Pinos en el 2000, Vicente Fox, gracias a que el PAN representaba el ideal del cambio democrático… no había funcionado del todo como Presidente: Nunca desmanteló el viejo sistema, nunca castigó a ningún corrupto y hasta transó con líderes sindicales provenientes del PRI cuando le convino. La verdad dejó un sabor a desilusión…
Pero todavía podía lograrse algo. De entre todos los candidatos, el menos malo –pensamos entonces- era el del PAN, Felipe Calderón. Aquí mismo escribí decenas de veces que no era un candidato simpático, que más bien era soberbio y pesadito. Pero que quizás como gobernante sí funcionara… O al menos, era el menos malo de todos los mencionados.
El resto de la historia lo conocemos todos. El segundo Presidente panista no ha podido resolver los problemas del país y, aunque denuncia la corrupción del viejo priísmo, cuando le conviene también se ha aliado con lo más podrido del sindicalismo corrupto que tanto abominaba su partido. No ha cumplido sus promesas y el país está hoy en la peor crisis de violencia y mala situación económica de la historia contemporánea.
La mayoría de los mexicanos hoy –lo dicen todas y cada una de las encuestas serias, incluidas las del BEAP®- piensa que debe haber un cambio de partido en la Presidencia. Es un hecho que ya pocos pueden negar. Los presidentes panistas desilusionaron, pues.
Y llegamos al punto que da título a la columna de hoy: ¿Y por quién votar ahora? ¿Otra vez por el menos malo…?
Veamos.
Ya hay dos candidatos seguros: Andrés Manuel López Obrador que irá como abanderado de los partidos de izquierda otra vez (PRD, PT y Movimiento Ciudadano). Y Enrique Peña Nieto que será lanzado por la alianza del PRI con el Partido Verde Ecologista.
A López Obrador ya lo conocemos. Gritó el mismo discurso durante cinco años o más (los del BEAP® coincidimos –por casualidad- con varios de sus eventos en varios puntos del país y pudimos escucharlo varias veces): “Me robaron la Presidencia. La mafia controla al país, y está integrada por el PAN, los empresarios, el PRI y todos los que no simpaticen conmigo. Felipe Calderón es un espurio y un pelele…”
Sin embargo desde hace un par de meses cambió discurso, contenido y modos. Ahora se presenta como un candidato que predica amor y perdón. No ha vuelto a mencionar a la mafia y ahora ya acepta a Televisa. Ya no manda al diablo a las Instituciones y asegura que gobernará de la mano de los empresarios, quienes ya no son rateros ni mafiosos.
¿Usted le cree?
La respuesta está en un hecho que es visible: Aunque consiguió remontar algunos puntos porcentuales en las encuestas, la verdad es que sigue teniendo el mayor rechazo de los ciudadanos de este país. Por una simple razón: No le creemos. Pocos pueden aceptar que en el remoto caso de ser Presidente, aplicaría sus nuevas normas cristianas del amor y la resignación. No, todos sabemos que sería un político radical y vengativo, al estilo de Chávez en Venezuela.
A Enrique Peña Nieto le han venido construyendo su candidatura desde que arribó como Gobernador al Estado de México. Con un gasto brutal en medios masivos –televisión sobre todo- logró que todo México lo conociera. Y con una imagen más artificial que real, ha conseguido que la enorme mayoría de mexicanos crea que puede ser el político que ahora sí cambiará al país.
El problema es que una imagen artificial es vulnerable tarde o temprano. Se ha exhibido como un político inculto, que no improvisa y que necesita de un script planeado para responder preguntas. Y aunque ha salido adelante de sus problemas y dislates –no ha caído abruptamente en las encuestas y sigue siendo el puntero indiscutible- nadie sabe si en la campaña real que está por comenzar, aguantará las presiones o volverá a equivocarse irremediablemente.
Y en el PAN hay tres precandidatos.
De Santiago Creel hay poco qué decir. Ya buscó la nominación panista y no la logró en 2006. No habla bien ni porque fue Secretario de Gobernación varios años con Fox. Le cuesta mucho trabajo improvisar y suele repetir frases vacías. No es carismático ni popular. Pocos votarían por él, tanto en el proceso interno blanquiazul como en una elección constitucional. Lo dicen todas las mediciones serias.
Ernesto Cordero es el favorito del Presidente de la República. Aunque fue Secretario de Sedesol federal y últimamente de Hacienda, le ha costado mucho trabajo que la gente lo conozca. Sus pocas apariciones públicas cuando era Secretario fueron para decir tonterías de las que todo mundo se acuerda. Es poco agraciado y menos carismático. Un tecnócrata que quizás sepa mucho de Economía –aunque ya sabemos dónde han llevado al mundo los economistas- pero que no logra empatía con la gente.
Y aunque todo eso lo sabe Felipe Calderón, insiste en que él puede ser el candidato, pues lo compara con su propio caso: Él mismo partió muy abajo en las encuestas y no solo le ganó la candidatura a Creel, sino que ganó la constitucional a López Obrador (por menos de un punto porcentual y hay quien sigue diciendo que en realidad perdió pero que hubo un fraude numérico monumental en todo el país).
Y Josefina Vázquez Mota. La única mujer precandidata de todos los partidos y por eso ha logrado generar simpatías entre panistas e independientes, liderando las encuestas entre sus contrincantes del mismo partido. Pero al menos veinte puntos debajo de Peña Nieto aún. No habla nada bien y creo que se le ha creado el mito de que es una gran candidata. La verdad es que se pone muy nerviosa, no propone nada inteligente y tampoco ha logrado generar grandes expectativas entre el grueso de la población.
Pero lo peor –para los precandidatos panistas-. Después de verlos interactuar en dos supuestos “debates”, han decepcionado lo suficiente: No hay propuestas, repiten los típicos lugares comunes del panismo (bien común, el PRI es el malo, nosotros somos los buenos, etc.) y… aburren enormidades.
Entonces, resumiendo y finalizando:
Un candidato de izquierda que propone una falsa propuesta de amor. Un candidato del PRI poco preparado y que es producto del marketing televisivo. Y tres panistas sin ángel y con escasas propuestas que los distingan. Ya ni digamos de su simpatía.
Ya nomás falta el candidato que llevará el PANAL por haber roto su alianza con el PRI. Aunque honestamente nadie piensa en serio que tenga posibilidad alguna de triunfo. Sea quien sea. Será ganancia si Nueva Alianza conserva el registro como partido político nacional.
Así pues… ¿Quién carajos es el menos malo esta vez?
¿Esa es nuestra desgracia nuevamente… el “menos peor”?
Y luego nos extrañamos que los mexicanos del siglo XIX llamaran tantas veces como Presidente a Antonio López de Santa Anna.
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