Que la verdadera transición a la democracia tenía que pasar necesariamente por la derrota del PRI en el Gobierno federal y que no era suficiente que algunos Estados ya los hubiera obtenido electoralmente otro partido de oposición -el PAN, desde luego- a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado.
En lo personal, en la Universidad y demás tiempos académicos, bebí de todos los autores de las transiciones y la democracia contemporánea. Leí y enseñé a Sartori, Bobbio, Dahl, Arendt, Habermas (sobre todo su análisis sobre la opinión pública en su ya clásico libro), Linz, Bell,Luhmann, Rawls, Schumpeter,los clásicos de O’Donell, Schmitter y Whitehead, la democracia participativa deZampetti…, por mencionar sólo a algunos.
Siempre me quedó claro, pues, que para que exista verdadera democracia en la práctica, debe haber alternancia o al menos alternabilidad –como la cataloga Felipe González- en los partidos que gobiernan un país.
Por eso peleamos durante años porque se concretara la alternancia en México, como un inicio concreto de la transición, que se vería desarrollada y acabada con el paso de los años.
Bueno. Pues la alternancia se logró en México desde el año 2000. Un partido distinto al PRI finalmente ganó el favor de la mayoría de los electores. Todos nos entusiasmamos. Vimos con esperanza que la transición marchaba y que seguramente tiempos mejores vendrían para el país necesariamente.
Y el PAN gobierna desde entonces.
El gran problema es que en los últimos 11 años la transición no termina de asentarse, aunque ya haya ganado el PAN dos veces la Presidencia de la República.
El partido que hoy gobierna, el mismo del que surgieron todos aquellos que clamaban la alternancia y el respeto al voto ciudadano, hoy se encuentra entrampado en un dilema: Retener a toda costa el poder, aunque eso signifique llevar a la práctica los mismos excesos que criticaron con particular enjundia durante toda la segunda mitad del siglo XX, o sea operación desde el gobierno para favorecer a los candidatos de su partido, uso de recursos de programas federales con fines electorales, exceso en la publicidad gubernamental….
Retener el poder como sea, pues.
Hoy, el gobierno panista de Felipe Calderón insiste en que si no gana el PAN nuevamente la Presidencia, entonces eso significa que no habrá democracia. En otras palabras, que si regresa el PRI, se habrá detenido la transición y que sería una involución, un retroceso de nuestro sistema democrático.
¿Es cierta esa afirmación?
¿Solo si el PAN retiene el poder federal la transición democrática continuará y será completa? ¿Si regresa el PRI es un retroceso histórico hacia el autoritarismo?
En primer lugar, debemos decir que si el PAN aceptó las reglas de nuestro sistema democrático-partidista-electoral, estaba consciente de que el que obtiene más votos en las urnas el día de la elección, ese partido gobierna consecuentemente.
Y que si un partido no alcanza el número de votos suficientes con respecto a otros, pues entonces pierde y punto. Eso mismo se le explicó a Andrés Manuel López Obrador cuando reclamaba que le habían hecho trampa: Los panistas una y otra vez le respondieron que se atuviera a las reglas del sistema en el que él aceptó participar.
Por eso sería bueno cuestionar a los panistas y sus líderes visibles si están de acuerdo con las reglas que ellos mismos argumentaron para reconocer sus victorias en 2000 y 2006.
Al momento actual, todas las encuestas serias en el país indican que el precandidato mejor posicionado hacia la Presidencia de la República es el priísta Enrique Peña Nieto. Muy por encima de cualquiera de los precandidatos de la izquierda y por supuesto de los del PAN.
Nadie sabe si esa ventaja se pueda mantener una vez iniciada la contienda y con candidatos reales de los otros partidos. Nadie sabe si las campañas, guerra sucia, debates, aciertos o errores, discursos o spots cambien la preferencia que la mayoría de ciudadanos ya tiene.
Pero es evidente que Peña Nieto sí tiene enormes posibilidades de ganar la elección presidencial.
Hoy ya existen leyes e instituciones electorales supuestamente de origen ciudadano.
Y los partidos son quienes menos pueden reclamar que los órganos electorales no tengan credibilidad, pues son ellos quienes se reparten la designación de los Consejeros del propio IFE. Si hay quejas postelectorales en 2012, los propios partidos habrán tenido la culpa.
Por ello uno se sigue cuestionando si entonces el PAN y el Presidente Felipe Calderón reconocerían con humildad y firmeza que en esta ocasión no obtuvieron la mayoría de los votos. De igual forma que lo hizo el PRI y sus candidatos en 2000 y 2006.
Aún falta mucha agua por correr.
Pero es bueno irse preguntando algunas cosas.
La alternancia, aunque a los miembros de los partidos no les agrade… es inevitable. Aunque eso signifique el regreso del PRI. Por algo sería.
Y los panistas tendrían entonces que aceptar lo que durante décadas exigieron: Que la democracia es alternancia.
Veremos qué pasa. Estamos a unos días de iniciar oficialmente el proceso electoral 2012.
Se va a poner bueno.
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