En ese sentido, el sector privado está a la espera (literal) de conocer cómo se impulsarán las inversiones, cómo se le “apoyará” en su actividad.
En estos primeros 100 días se firmaron diversos convenios, se presentaron algunos programas y se anunciaron o iniciaron obras de infraestructura, que en su gran mayoría se realizarán en la capital del estado y toda la zona metropolitana, no hubo muy poco en el aspecto industrial o comercial.
Está claro que el desarrollo socioeconómico no se impulsa única y exclusivamente con la construcción de vías de comunicación, aunque se parte de ello, sino que se requiere de acciones específicas para ordenar el crecimiento de las ciudades con zonas industriales y comerciales delimitadas, fomentar la inversión y en consecuencia el empleo.
Por parte del gobierno hubo pocas actividades públicas en el ámbito económico comparado con el resto, a no ser la firma de los pactos de competitividad del sector privado y del sector obrero; firma de convenios para edificación de viviendas, la realización de la desorganizada Feria de Puebla, y la inauguración de dos empresas (una de ellas TyssenKrupp gestionada y concretada en el gobierno anterior, pero el actual pidió que se pospusiera su inauguración hasta que entrara en funciones), de ahí en fuera no hubo más.
En general se ha mencionado que se trabajará para mejorar la competitividad, incluso por eso se cambió el nombre a la Secretaría de Desarrollo Económico por el de Competitividad, Trabajo y Desarrollo Económico (Secotrade), y de esa forma orientar las acciones en este sector.
Aunque no está del todo clara cuál será el eje rector para el sector económico del estado.
Mientras tanto el sector privado espera conocer cuáles serán las directrices para que se respalden las inversiones y, entonces sí, sumarse siempre y cuando les reditúe al cien por ciento.
Los empresarios no tienen ningún proyecto ambicioso para Puebla. Hay un recelo o temor a arriesgar capital, a invertir.
El sector privado no asume que hay corresponsabilidad en el quehacer por el estado. Sólo está a la espera que les entreguen las obras que piden para manejarlas y que les reditúe, por ejemplo el Centro de Convenciones que pretenden sea concesionado a un particular y no sea operado de forma descentralizada por el gobierno.
Lo cierto es que el estado está en los últimos lugares de casi todos los rubros socioeconómicos, con todo y que Puebla está ubicada entre las primeras diez economías a nivel nacional, pero hay que tomar en cuenta que el 80% del PIB estatal se genera en la capital poblana y la zona metropolitana.
La capital poblana presenta un crecimiento acelerado y sin orden desde hace décadas, y lo mismo empieza a darse en ciudades como San Martín Texmelucan, Cholula, Tehuacán, Teziutlán; o en poblaciones serrana como Zacapoaxtla donde la desordenada construcción de casas e instalación de tiendas desvirtúan y depredan el comercio natural de la región, afectan a las comunidades indígenas, alteran el paisaje natural de vocación turística.
Este tipo de situaciones deberán atenderse de forma integral para que ahora por fin, ahora sí, se propicie un desarrollo económico más equilibrado de la entidad y no quede rezagada una vez más.
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