Virreyes del priismo actual, los gobernadores serán fundamentales para definir la postura que llevarán a la tribuna de la cámara baja del legislativo federal los diputados del tricolor, en lo que a la probable aprobación del IVA en alimentos y medicinas se refiere.
Desde su triunfo en el proceso del pasado 5 de julio, quienes llevarán los hilos de la bancada aprovechan los fines de semana para cabildear un tema que en los hechos no sólo resulta polémico por las repercusiones sociales que lleva, sino que además, fue utilizado como bandera de campaña de quienes en su momento fueron favorecidos por el voto ciudadano.
El sábado pasado estuvieron en Puebla y se reunieron con Mario Marín allá en Casa Puebla.
Y es que, en esta, como en otras historias que involucran a priistas, hay dos posturas diametralmente opuestas.
Los mandatarios estatales tienen una visión muy distinta sobre la postura que deberán tomar los legisladores de su partido en torno a la ya tan cantada y casi nunca analizada a fondo” Reforma Hacendaria”.
Un grupo de gobernadores, que hasta el momento son mayoría y entre los que se encuentra el de Puebla, defienden con todo la negativa de que su partido apruebe el tan polémico impuesto, por un asunto de “congruencia política”.
Sostienen que la opinión pública notaría la monumental contradicción entre el discurso de campaña y el trabajo legislativo, lo que redundaría en un devastador costo político para el partido.
Evidentemente, además de Mario Marín, existen otros nueve gobernadores que se oponen a la medida.
Todos ellos tendrán la responsabilidad de operar su sucesión el próximo año.
Otro bloque de gobernadores, encabezado por el presidenciable Enrique Peña Nieto, opina abiertamente que el tricolor tendría que votar por la aplicación inmediata de un impuesto generalizado al consumo.
Es decir, sumarse a la iniciativa presidencial que tendrá garantizado el apoyo del PAN y que de esta manera exista el número de votos suficiente como para aprobar la medida.
Aunque pareciera contradictorio, ellos sostienen que, lejos de sufrir en las urnas las consecuencias de una decisión de semejante magnitud, el aprobar el impuesto sería la garantía de que el PRI regresará a Los Pinos en el 2012.
En su visión particular, la aprobación del gravamen sería el tiro de gracia a la de por sí alicaída popularidad del presidente Calderón, a quien le colgarían la autoría absoluta de la medida, catapultando al PAN a una nueva debacle electoral.
Para acallar las voces que los señales como incongruentes, por haber prometido en campaña no aprobar el impuesto, buscarán que sean sólo los legisladores que llegaron al cargo por la vía plurinominal los que voten a favor de la medida y así minimizar el riesgo de compartir el costo político con los panistas.
Venderán mediáticamente una falsa división de la bancada y paralelamente alcanzarán el número de votos necesarios para aprobar la medida.
¿Cómo la ve?
Patético ¿no?
Y es que, en este relato, el eje central que determinará el sentido del voto de los priistas en el tema de la reforma hacendaria es el costo político que traería para el partido la decisión que al final decidan tomar y no lo que realmente necesita el país en estos momentos.
Legislar para un grupo y no para las necesidades de la mayoría sigue siendo la característica principal de la forma priista de hacer política.
Vergonzoso.
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