26-04-2024 11:59:25 PM

70 años del exilio español en México

Actualmente, según datos del Instituto Nacional de Inmigración, arriban al país unos 56 mil inmigrantes españoles por año. Y, aunque la mayor comunidad de este origen se encuentra actualmente en la ciudad de México, existen también grandes concentraciones en Guadalajara, Monterrey, Puebla, Querétaro, León, San Luis Potosí, Cuernavaca, Veracruz, Xalapa, Tijuana y Cancún. La presencia española en México data, como es sabido, desde el siglo XIV y mantuvo un coloniaje de casi tres siglos. Su impacto fue fundamental para el México del siglo XIX, heredando lengua, costumbres, religión y un patrimonio cultural de gran valor. No obstante, también generó múltiples consecuencias económicas, políticas y culturales que incidieron en su desarrollo. La guerra civil española de mediados de los años treinta (siglo XX) produjo también una importante emigración de miles de ciudadanos hacia México. Pero a diferencia de las emigraciones anteriores, esta incluyó a destacados intelectuales, artistas o profesionales que fueron decisivos en la construcción del México contemporáneo. En primera instancia ellos se refugiaron en Francia como consecuencia de la guerra, pero posteriormente se trasladaron a distintos países del continente americano. Numerosos españoles defensores de la República que, con la instalación del régimen dictatorial de Francisco Franco sólo podían esperar la persecución y la cárcel o incluso la muerte de ellos y sus familias, huyeron de sus ciudades para establecerse en toda América, desde Argentina hasta Estados Unidos. En muchos casos continuaron ejerciendo la misma profesión, por lo que su contribución al desarrollo cultural, científico y técnico de los sitios de recepción fue notable y, en muchos casos, fundamental.

El caso más relevante de esa emigración es México, donde por ese entonces fungía como presidente Lázaro Cárdenas. Él prestó ayuda al gobierno legítimo de la República Española hasta el último día de la guerra, para después permitir que en el exilio se estableciera en México. Lázaro Cárdenas enfrentaba el reto de institucionalizar el régimen surgido de la Revolución Mexicana, dándole la estabilidad necesaria para garantizar las condiciones políticas, institucionales, económicas y culturales para un proceso de modernización a gran escala. No obstante, la mayor parte de las ofertas revolucionarias seguían pendientes e inexistente la posibilidad de que se cumplieran sin cambios profundos en los fundamentos de la sociedad mexicana. Estaba convencido de que la reforma del pensamiento era un paso previo a ese cambio. Cárdenas y sus asesores comprendieron que la aportación del exilio español podría ayudar a esos propósitos, por lo que ofreció a los republicanos españoles la posibilidad de trasladarse al país. Esta decisión produjo una emigración masiva con un alto nivel de calificación, donde cientos de intelectuales, artistas, literatos, filósofos, científicos, arquitectos e ingenieros se establecieron en suelo mexicano y la mayoría se integraron definitivamente. Las primeras oleadas de refugiados llegaron a México en los buques Sinaia, Ipanema y Mexique. Los historiadores estiman que México acogió a cerca de 25 mil ciudadanos de ese país entre 1939 y 1942, gran parte durante el gobierno del Presidente Cárdenas. De estos refugiados se estima que la inmigración intelectual o de elite, se conformó por aproximadamente un 25% del total. La mayoría de los inmigrantes se disgregaron rápidamente. Antes de ellos comenzaron a llegar los primeros grupos, alrededor de 500 niños invitados por las autoridades mexicanas para protegerlos de los desastres de la guerra (conocidos como los Niños de Morelia) y una treintena de intelectuales para quienes se fundó la Casa de España en México, de manera que pudieran realizar investigaciones y trabajar en su especialidad lejos del ambiente bélico. Algunos de ellos regresaron a España después de la guerra civil, pero la mayoría se estableció definitivamente en ciudades mexicanas. En ellas los españoles fundaron diferentes asociaciones, como las beneficencias españolas o los clubes de servicio. Se destaca también que en mayor número llegaron competentes obreros y campesinos, así como militares, marinos y pilotos, políticos, economistas y hombres de empresa.

De acuerdo a Clara Lida, “fue Daniel Cosío Villegas -encargado de negocios de México en Portugal- quien concibió la idea de que México acogiera a científicos e intelectuales españoles para que continuaran sus actividades mientras la República luchaba contra el fascismo y se decidía el futuro de España”. Asimismo, para el escritor Antonio Alatorre, “la tarea que realizaron (los exiliados) fue de un valor inapreciable, con un antes y después de esos grandes hombres”. Entre las muchas aportaciones de los cientí¬ficos españoles fue la creación de la revista Ciencia, fundada por Ignacio Bolívar. Su contribución al desarrollo mexicano fue inestimable en todos los aspectos. Puede recordarse como ejemplo señero la creación de El Colegio de México, los colegios Madrid y Luís Vives, la positiva influencia en el mundo editorial (Fondo de Cultura Económica, Joaquín Mortiz y Siglo XXI Editores) o la inestimable contribución al desarrollo del conocimiento en la Universidad Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional. Para el museógrafo Fernando Gamboa, “un gran número de ellos honró nuestro suelo con sus restos mortales”. Entre ellos son de mencionar Luis Buñuel, Rodolfo Halffter, Remedios Varo, Roberto Fernández Balbuena, quien junto con Sánchez Cantón, Rafael Alberti, Renau y Ceferino Colinas, salvó los tesoros del Museo del Prado transportando sus colecciones a Ginebra bajo el fuego de bombardeos aéreos en un enorme convoy formado por más de treinta inmensos camiones. La lista también incluye a los doctores Pedro Bosch i Gimpera, el oftalmólogo Manuel Márquez, Enrique Díez-Canedo, Ramón Xirau, José Giral, José Puche, Juan Comas, los entomólogos Ignacio y Cándido Bolívar, José Gaos, Adolfo Salazar, el economista Antonio Sacristán, Pí Suñer, Bernardo Giner de los Ríos, Max Aub, Emilio Prados, Eduardo Ugarte, Pedro Garfias, Luis Recaséns Siches, Eugenio Imaz, Alardo Prats, Agustí Bartra, Juan Rejano, el poeta León Felipe, Félix Candela, Luis Cernuda Ceferino e Isabel Palencia, Ricardo Vinós, Rubén Landa, Margarita Nelken, Adrián Vilalta, Concha Méndez, Demófilo De Buen, Mariano Ruiz-Funes, el general José Miaja, el defensor de Madrid, Enrique F. Gual, Otto Mayer Serra, los sacerdotes católicos José Ertze Garamendi y José María Gallegos Rocafull, además de Juan Naves y muchos otros”.

El reestablecimiento de las instituciones republicanas en el exilio se asentó en el principio de la legitimidad y el refrendo de la voluntad popular, consultada mediante elecciones libres en febrero de 1936. Esta legitimidad continuaría vigente en tanto el pueblo soberano no pudiera volver a expresar su opinión en elecciones libres. Por ello, el Estado mexicano no reconoció al gobierno de Francisco Franco y el único representante legítimo de España eran los españoles exilados en Europa, América y el norte de África. En agosto de 1945 el Presidente Ávila Camacho facilitó la reorganización de las instituciones republicanas españolas y reconoció la legitimidad de la República española en el exilio hasta 1977. En agosto de 1945 las cortes españolas se reunieron en México y en noviembre ratificaron su confianza al gobierno presidido por José Giral, a quién el Presidente de la República, Diego Martínez Barrio, había encargado su formación. Esto implicaba la reorganización de los organismos ministeriales dentro del marco y la administración central de un Estado sin territorio que proyectaba sus estructuras sobre una comunidad específica: la de los exiliados españoles, A la muerte de Franco y la expedición de la nueva constitución, aproximadamente unos 25 mil ciudadanos mexicanos, pudieron adquirir o readquirir la nacionalidad española gracias a la Ley de la Memoria Histórica. Una norma que busca reconocer y ampliar los derechos de quienes sufrieron la Guerra Civil (1936-1939) y la represión de la dictadura (1939-1975). La ley regula la obtención de la nacionalidad para los hijos y nietos de los emigrantes y exiliados de la Guerra Civil y el franquismo. Según ella pueden adquirir la nacionalidad española los hijos de padres o madres nacidos en España y que actualmente viven en el extranjero, así como los nietos de personas que perdieron o tuvieron que renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio.

En ese contexto, el pasado mes de junio se conmemoró el 70 aniversario del exilio español en México con actividades en el estado de Veracruz, a cuyo puerto arribó en 1939 el buque Sinaia con el primer grupo de refugiados españoles de la guerra civil. En aquel primer buque viajaron poetas, historiadores, filósofos, fotógrafos, dibujantes, intelectuales y artistas, pero también mineros, agricultores, ganaderos, albañiles, artesanos, empleados, comerciantes, médicos, abogados y maestros. Por ello, a 70 años de aquel histórico recibimiento, se desarrollaron ciclos de cine, conferencias, mesas redondas, talleres de gastronomía, música y exposiciones relacionadas con las aportaciones científicas, artísticas y culturales de los exiliados que con el tiempo hicieron suyo este país. Y aunque la España actual está consciente de la realidad del exilio, los aportes son poco conocidos y, por ende, escasamente valorados por una sociedad que prefiere no recordar ese pasaje de su historia. Ante ello, el gobierno del Estado de Veracruz ha editado una memoria conmemorativa con los datos de todos los pasajeros del Sinaia: nombre, edad, ocupación y descendencia. Un verdadero esfuerzo por reconocer las valiosas aportaciones de estos hombres universales al desarrollo cultural del México contemporáneo.

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