23-11-2024 07:48:20 AM

Que siempre sí…

Pues sí. Que siempre sí vamos a suspender las clases. Que al parecer siempre sí, creemos que a la mejor hay un caso de influenza. Que todo sigue bajo control pero que probablemente, quién sabe, a la mejor, sí, mejor tomamos medidas. Sí hay influenza, pero no hay influenza…

¿Qué necesidad?, dijera el filósofo de Ciudad Juárez.

 Si efectivamente en Puebla no había casos comprobados de infectados con el terrible virus… ¿por qué no tomar medidas justamente para que se retardara el efecto del contagio? ¿Para qué carambas se perdieron cuatro o cinco días y se tomara la decisión –obligados por una orden federal- de suspender clases en todos los niveles?

Medio mundo sabía de la epidemia. Desde ayer por la mañana, en programas de radio se recibían reportes de personas internadas y confirmadas como pacientes con influenza. Pero los únicos que no estaban enterados –o no se quieren enterar- eran las autoridades estatales que creen que tapándose los ojos y escondiéndose van a lograr que el problema desaparezca.

En serio, día con día crece el malestar ciudadano. Efectivamente, nadie quiere que cunda el pánico o que se creen psicosis malintencionadas. Pero no dar la cara para decir cómo están las cosas tampoco ayuda absolutamente en nada.

En todos los Estados los Gobernadores han salido a dar sendas ruedas de prensa para informar a la población sobre lo que está sucediendo realmente. Se reconocen problemas. Se contesta lo que se puede contestar. Se orienta y tranquiliza a la gente, obviamente preocupada y aterrorizada por mil y un rumores que se esparcen precisamente como el virus. Hombre, se ve que existe autoridad.

 Ajá. Menos en Puebla. Aquí no pasa nada. Lo único que duele es que se suspendió el fabuloso desfile… y que no va a venir Felipe Calderón en su milésima visita a Puebla.

Dicen que en las crisis, epidemias, guerras o desastres naturales, aflora lo mejor y lo peor de los seres humanos.

Por un lado brotan siempre actitudes solidarias y desinteresadas. Pero también emerge el miedo egoísta de salvar el pellejo. Los abusos. La rapiña. La mentira para sacar provechos personales.

Hasta ayer por la noche, se respiraba en la ciudad un airecillo de preocupación. También incredulidad… aparejada de previsiones por las dudas. Supermercados llenos de personas comprando comida. Compras que aún no son de pánico pero que se le parecen mucho. Ni un cubre-bocas por ningún lado. Bribones intentando especular con esas cosas. Nervios por no estar junto a nadie que estornude o tosa. Desesperación por llegar a algún lado a lavarte las manos.

Y eso sí. Ante la falta de información gubernamental: Rumores, rumores y más rumores.

Que ya hay muchos más muertos. Que en no sé qué hospital hay decenas de pacientes infectados. Que Marín no quiere reconocer el problema. Que miles de chilangos están arribando cada minuto a la ciudad. Que todo empezó en Perote desde hace meses y que el gobierno federal no lo quiso reconocer.

Y seguimos esperando una rueda de prensa que no llega. El temor a los medios que un día me zarandearon… sigue presente. Mejor no salgo. Ganamos un juicio negando todo… ¿por qué esta vez no podría funcionar?

 En fin.

 El temor en los tiempos de la influenza.

 

jriverp@yahoo.com

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