07-05-2024 06:15:00 AM

Democracia sin mitos…

 

La derecha en general y el PAN en particular, se nutrieron con el arrojo y la inteligencia de personas como Manuel Clouthier, Luis H. Álvarez, Pancho Barrio, Rodolfo Elizondo, Diego Fernández de Ceballos, Vicente Fox y multitud de líderes sociales y empresariales que confrontaron como una oposición responsable a la cleptocracia que asolaba a México y la sacaron de Los Pinos. Tiene tiempo que no emerge un liderazgo sólido y un discurso atractivo que incite a la transformación de un sistema político que sigue siendo el mismo que arruinó al país…

 

Quienes supuestamente son hoy los líderes de la nación, no proponen nada realmente innovador ni atractivo a la sociedad, carecen de la osadía y el ímpetu de los grandes reformadores, han desertado del debate asumiendo la fatalidad de unas leyes escritas bajo otro contexto histórico, económico y tecnológico. Su cortedad de espíritu puede sentenciarnos a vivir atados a los mitos del pasado y a abdicar de nuestra responsabilidad histórica ante La Nación…

 

La defensa a sangre y fuego de una Constitución cuyo texto refleja una correlación de fuerzas políticas que ya no existe, tiene más que ver con la estrategia política de conservar el statu quo que estableció la teología política de la izquierda (el PRI, sus protectorados y colonias), que con el ideal de preservar la virginidad de una soberanía mal explicada y peor entendida. Al asumir como indiscutibles los dogmas, mitos y traumas de la izquierda fundamentalista, la pávida derecha da la espalda a quienes con su voto quisieron impulsar otro proyecto que no por diferente debe ser desechado…

 

ESTO SÓLO ES EXPLICABLE SI CONSIDERAMOS QUE LA FUERZA REAL DE LOS PARTIDOS -LA PARTIDOCRACIA- NO ESTÁ EN EL VOTO POPULAR, sino en el control de las instancias del poder público y de los recursos que les permiten manipular a las clientelas de todos los signos y a la sometida clase política, sin faltar los amagos de violencia de quienes impunemente suelen trastornar la vida nacional, mientras muchos comunicadores y medios eluden -en aras de una fingida objetividad- adoptar posiciones firmes e inteligentes que susciten ese debate que tanto enriquecería a nuestra cultura política… 

 

Lo políticamente correcto ha sido reconocer como indiscutibles los dogmas de la revolución aún cuando ya la intelectualidad mexicana ha documentado plenamente como se montaron tales mitos y supersticiones en la historia oficial, igual que hoy sigue habiendo quien presenta como justa la causa de AMLO.    

 

Mucha gente, notables liberales algunos, se le opusieron no por que fuese de izquierda, sino por la intolerancia que fue mostrando, ostensiblemente fascista. Tampoco votaron por Felipe Calderón porque fueran de derecha, sino porque sugería un gobierno sensato, el cual no tiene posibilidad de operar eficientemente mientras no se modifique de fondo al sistema jurídico-político…

 

En este entorno, la partidocracia ha venido a suplir al presidencialismo autoritario impidiendo las reformas que México inexcusablemente requiere, pero por sus inocultables vicios y sórdidas incapacidades, no funge como receptora ni procesadora de las demandas de la ciudadanía ni de las élites intelectuales y/o económicas que anhelan un Estado que fomente la prosperidad mediante el equilibrio entre autoridad y libertad, aboliendo pobreza e impunidad…

 

La partidocracia* nos vende que las diferencias no permiten los acuerdos. ¡Nada mas falso…!!! EL ACUERDO TÁCITO ES MANTENER EL STATU QUO mediante la parálisis del Legislativo y desde éste restar capacidad de maniobra al Ejecutivo manteniendo a la opinión pública -sobre todo a la publicada- discutiendo nimiedades para generar frustración por una democracia estúpida e ineficaz, mientras aplastan aquello que pueda generar condiciones democráticas operativas…

 

*Que en la teología política vigente no es otra cosa que tres partidos distintos y un solo sistema verdadero, donde el creador es el PRI, el redentor es el PRD y el PAN es el consolador, mientras que en el Misterio aparecen el buey y la mula, los magos, pastores, muuuuuchos borregos y gallinas sin faltar algún chivo… expiatorio.

 

Desde 1997 el ejecutivo ha ido siendo rehén de la partidocracia (que se expresa también desde los gobiernos estatales) y corremos el riesgo de que el síndrome de Estocolmo** haga presa al presidente. La democracia y el cambio que pretendemos exigen acotar y equilibrar -pertinentemente- el poder presidencial, pero de ninguna manera anularlo. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, que eventualmente emergía con toda su capacidad de orientar la acción del Estado, parece inhibida ante algunos temas torales. Tal vez la anulada inamovilidad de los consejeros del IFE llevó a los ministros a poner sus barbas a remojar

 

**Respuesta psicológica en la que la víctima de secuestro desarrolla una relación de complicidad con su secuestrador. En ocasiones, los prisioneros ayudan a los captores a alcanzar sus fines.

 

En un régimen democrático eficiente, la división de poderes otorga al jefe de Estado y/o de gobierno, herramientas que permitan destrabar al aparato político cuando algo se atore. El derecho de veto y la facultad de decreto deben insertarse en esa lógica que por otra parte supone la acción de legisladores competentes, profesionales y no sometidos a poderes despóticos (ocultos -masonería/yunque- o visibles -gobernadores/partidos-) que se complementen con la acción de un vigoroso Poder Judicial -ajeno a las contiendas de partidos- capaz y decidido a contrapesar y complementar a los otros dos, y por un bien llevado federalismo, lo que implica fortalecer decididamente a alcaldes y municipios. Así fortaleceremos a la estructura del Estado para superar la fatiga del sistema y evitar el colapso que barrunta… 

 

La reforma toral -condición para que las demás lleguen- ES LA QUE DÉ PODER REAL Y PERTINENTE A CADA AUTORIDAD para que pueda cumplir eficientemente su cometido, y esa empieza por la reelección de legisladores y alcaldes, complementándose con la abrogación de los puestos plurinominales que restringen el poder popular y permiten a los amos de los partidos someter y reducir a sus prosélitos…

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