Para nadie es un secreto que nuestro ilustre general encargado de la seguridad pública poblana, Mario Ayón disfruta de verdad de todos los placeres mundanos que la vida pone a disposición de quienes han tenido la habilidad de cultivar la amistad de los poderosos.
Comidas con lo más selecto de la gastronomía mundial, las bebidas más finas para acompañarlas, el tabaco más exclusivo que el dinero pueda comprar y por supuesto: los caballos.
Sí, el auténtico vicio de mi general.
Aquí, como en todo lo demás, sólo las más finas razas.
Faltaba más.
La afición de Ayón por las largas cabalgatas dominicales es de sobra conocida por quienes los fines de semana pasean por la zona de Flor del Bosque.
Sin embargo, algo ha cambiado de un tiempo a la fecha.
Su compañero de cabalgata, su hermano Sergio, también general y viejo conocido de Puebla, sigue asistiendo puntual a cada cita.
Lo que es diferente y se nota, es el ahora impresionante dispositivo de seguridad que acompaña a los jinetes.
Créame que es de llamar la atención.
Propios y extraños tienen que ver con este impresionante contingente de veintidós hombres a caballo que, a todo galope, cruzan lo que queda de lo que un día fue un valioso pulmón de nuestra ciudad.
Y es que, de ese tamaño es el miedo.
Después del “mensaje” enviado hace algunas semanas al subprocurador Pérez Dorantes, tal parece que la estrategia es reforzar con todo la seguridad personal de aquellos funcionarios públicos que pudieran servir como potencial blanco de las acciones de la delincuencia organizada.
La zozobra que genera una posible respuesta frontal a la detención de los presuntos sicarios detenidos en Tlapanalá , es razón más que justificada para lo anterior.
Los autodenominados y confesos “zetas”, no sólo nos recordaron que Puebla no está ajena a la realidad nacional que se vive en materia de inseguridad, sino que además, mostraron que pueden llegar a quien sea, sin importar que tan alto se encuentren en el organigrama jerárquico de cualquier dependencia de cualquier nivel de gobierno.
Ser funcionario público aquí, jamás volverá a ser como antes.
Al tiempo.
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