Ya es oficial.
El gabinete de Blanca Alcalá sufre ya del peligrosísimo síndrome de Montessori, ese que tiene como consecuencia inmediata el que cada uno de los funcionarios que integran su equipo de trabajo declaren, se muevan y actúen de manera autónoma, contradiciendo inclusive los planes y objetivos de su jefa, la presidenta municipal.
El gobierno municipal es un claro ejemplo del tradicional juego de Juan Pirulero, ese donde cada quién atiende a su juego.
Los ejemplos más claros, los más recientes y contundentes se dieron esta semana.
Primero ¿quién más? la famosa memelita.
Juan de Dios Bravo, secretario de gobernación, declaró a principios de semana que se utilizaría la fuerza pública en caso de que las organizaciones de vendedores ambulantes decidan permanecer realizando su actividad comercial en las calles del centro histórico.
Lo dicho por el titular de la cartera encargada de “tejer fino” en las negociaciones con los grupos considerados como de “riesgo” y de potencial desestabilización para el gobierno de la capital fue desmentido contundentemente y en menos de 24 horas por la propia presidenta municipal.
Blanca Alcalá se apresuró a aclarar que el uso de la fuerza pública no estaba ni siquiera considerado como una estrategia viable para retirar a los informales de la vía pública y reiteró que su gobierno privilegiaría siempre la negociación por encima de la utilización de otros métodos.
Y es que, lo dicho por su secretario de gobernación (las minúsculas son intencionales en función de lo que hemos visto hasta ahora), para variar, no fue lo más acertado en un momento en el cual el gobierno de la ciudad prepara los inmuebles que servirán para reubicar a los ambulantes e intensifica el cabildeo para convencerlos (¿rogarles, suplicarles?) de no poner trabas para trasladarse a vender ahí.
Las amenazas en un momento como este, no son lo más adecuado en la visión de la presidenta municipal.
Juan de Dios Bravo no opina así.
El tema de los plazos para lograr una reubicación efectiva del comercio informal es otro síntoma claro de que el síndrome Montessori es ya una realidad en la actual administración municipal.
Primero, la memelita declara el pasado 12 de junio que a finales de ese mes se concretaría la reubicación, después, el regidor Julián Haddad en una reunión con los miembros de la CANACOPE asegura que los ambulantes estarían fuera de las calles a finales del mes de julio y no de junio como había asegurado el secretario de gobernación.
El pasado lunes, la presidenta municipal les corrige la plana a ambos y declara que “no existe un plazo definido ni fechas fatales para concretar la reubicación”.
A pesar de esto, un día después, el Secretario de Desarrollo Económico municipal sale a declarar que el programa de reordenamiento comercial de la comuna estará listo a finales del mes de Agosto.
¿Usted entiende?
¿A quién le cree?
La cereza del pastel de esta terrible semana de contradicciones (una más) para el gobierno de Blanca Alcalá fueron las declaraciones de su síndico, Román Lazcano, en el sentido de que en la capital se buscarían las reformas necesarias para que los automovilistas que conduzcan ebrios sean arrestados por 36 horas, tal y como sucede en la capital del país.
Un día después, nuevamente la alcaldesa sale a corregir el yerro declarativo de su colaborador y aclara que lo que se buscará en realidad es que quienes sean detenidos manejando borrachos cumplan con algunas horas de trabajo comunitario como sanción.
Contundente ¿no?
En lugar de atender cuestiones propias de su investidura, Blanca le dedica un buen tiempo a enmendar la incontinencia verbal de sus colaboradores.
¿No será más bien que no hay estrategia?
¿Qué nadie conoce los objetivos?
O de plano se hablan idiomas completamente distintos.
Una vez que se terminaron los días de tregua y que expira inevitablemente el beneficio de la duda, el gobierno de la capital, día a día, nos muestra con toda su crudeza, su verdadera cara.
Preocupante ¿no?
latempestad@statuspuebla.com.mx
