Pues ahora sí, todo parece indicar que Antonio Juárez Acevedo vive sus últimas horas como presidente de la Comisión de Acceso a la Información Pública en Puebla.
No se vaya con la finta, la decisión que tomará la mayoría priista en el congreso local no tiene que ver con la documentación del IFE que comprueba la duplicidad de funciones en la que cayó Juárez Acevedo al fungir como secretario general de una agrupación política nacional.
Tampoco con los documentos publicados por El Sol de Puebla, en donde el comisionado de la CAIP firma como miembro de Plataforma 4, lo cual es violatorio del marco legal que regula a quienes integran la comisión.
Mucho menos porque la bancada del tricolor se haya dado cuenta del monumental costo en imagen que se está pagando por mantener a un personaje cómodo a los intereses oficiales en una instancia que debe de poner el ejemplo en lo que a legalidad y transparencia se refiere.
No, los elementos que hacen pensar que la salida de Juárez Acevedo es inminente tiene que ver con las declaraciones del propio líder del congreso, Othón Bailleres en el sentido de que la renuncia del presidente de la comisión no sólo es deseable sino que “sería lo más conveniente en este momento”.
Sí, por primera vez y de forma contundente, Bailleres, quien se había mantenido al margen de este asunto, fija una postura y se va con todo en contra del todavía comisionado, lo que sin duda representa ya la emisión de su certificado de defunción.
¿Por qué? se preguntará.
¿Realmente las declaraciones de Bailleres tienen tanta fuerza?
¿Es en los hechos un líder con los tamaños suficientes y el carisma tal como para que el resto de los diputados lo sigan al pie de la letra?
Lo dicho ayer a los medios ¿es producto de un análisis serio, profundo, propositivo, inteligente de la situación de Juárez Acevedo y de los riesgos que implica mantenerlo a rajatabla?
No, nada de esto.
La importancia de la opinión de Othón se entiende porque es él y solo él, el encargado de recibir la línea que viene desde Casa Puebla.
Nada más.
Y en esta Puebla de los Ángeles en donde la auténtica división de poderes es una quimera, la línea es la línea y ha que seguirla.
Así como van, con la cabecita bien agachada.
¿SOY ESPÍA?
Calderón y el espionaje como herramienta de control político.
¿Realidad o fantasía animada?
¿Hechos comprobados o elucubraciones propias de un guión cinematográfico?
¿Modernidad política o ecos de un sistema autoritario que creíamos superado?
¿Es acaso la versión idiota de lo que en su momento fue la Dirección Federal de Seguridad?
¿Quién es el Gutiérrez Barrios del régimen panista?
¿La inteligencia mexicana está tan apendejada que los espiados saben cuando los están espiando?
Espino y Manlio Fabio las supuestas víctimas.
Dios y el diablo.
Por lo menos, eso se creen.
Lo cierto es que, en los hechos, tan malo el pinto como el colorado.
Con la diferencia de que uno sí es aliado de Calderón y el otro, su enemigo acérrimo.
El aliado tiene un proyecto político que pasa por la presidencia de este país.
El enemigo irreconciliable vive en el exilio político.
El aliado será fundamental para la aprobación de las reformas.
Espino seguirá siendo un eterno dolor de gónadas para el presidente.
¿A quién espiar entonces?
¿Quién de los dos amerita el marcaje personal?
latempestad@statuspuebla.com.mx