Cuando Felipe Calderón arribó a la Presidencia de la República, sabía de antemano que su escasa legitimidad lo obligaba a plantearse objetivos audaces para poder afianzar su proyecto, el futuro de su grupo y partido e impedir que la segunda gestión federal panista no fracasara estrepitosamente.
El problema es que alcanzar esos objetivos también significa ejercer un gobierno que cada día se parece más a la época dorada priísta. Una presidencia autoritaria basada en el férreo control de su partido a nivel federal, estatal y con un equipo de colaboradores fieles y obedientes.
El primer gran paso era el control pleno de la estructura de su partido en 2007. La llegada de Germán Martínez al CEN panista se pareció mucho a los rápidos e incuestionables nombramientos que hacían los Presidentes de la República en el PRI. No hubo otro candidato. No hubo contienda. Simplemente se ordenó el cambio de Espino (haciéndolo renunciar bajo amenaza de hacer público su expediente lleno de cosas raras y relaciones sospechosas…Nahum, etc.) y se hizo un enroque en el Gabinete con su hombre de más confianza.
El partido ya está controlado por Calderón. Antes lo manejaba la Organización del Yunque. Ahora el CEN está integrado en su mayoría absoluta por calderonistas no yunquistas.
El siguiente paso, en 2008, era la integración de un Gabinete controlado férreamente por el Presidente, con incondicionales suyos y que conocen a la perfección su proyecto.
La llegada de Juan Camilo Mouriño a Gobernación y Ernesto Cordero a Sedesol son, como ya se ha dicho mucho, cambios estratégicos para preparar lo que viene. Y estos enroques se hicieron también… al más puro estilo tricolor. La “renuncia” si mayor explicación de Francisco Ramírez Acuña y la salida sin chistar de Beatriz Zavala de Sedesol son muestras de este “nuevo” estilo de gobernar felipista: saber qué se hace con el poder. Como Salinas de Gortari, vamos.
El siguiente paso de la ruta crítica calderonista es al cabildeo y negociación con los partidos de oposición para sacar adelante reformas estructurales. Ya se pudo la del ISSSTE, la electoral y viene la energética. El caso es que el Presidente quiere dar resultados a como de lugar para que se cree en el país un estado de opinión favorable a su gestión y por lo tanto a su partido. La guerra contra el narcotráfico también se circunscribe en esa dinámica: Golpes espectaculares para que la gente le de un voto de confianza.
Por supuesto hay cosas inesperadas. La crisis y próxima recesión norteamericana sí que puede afectar a nuestra endeble economía y entonces Calderón seguiría bajando en las encuestas… y con ello el PAN se puede ir despidiendo de ganar elecciones.
Pero lo anterior no detiene el proyecto.
Lo siguiente será el hacerse del control del partido pero a niveles estatales. Hoy el Yunque tiene en su poder la gran mayoría de dirigencias estatales del partido (más de 20 quizás). Germán Martínez quiere poco a poco ir quitando esa influencia y borrar a los “meones de agua bendita”, como los llama cariñosamente. Y Puebla seguramente es uno de los objetivos simbólicos de esta lucha intrapanista.
Una vez teniendo a los CDE en el país, lo demás será ir influyendo en la nominación de candidatos para las Diputaciones de 2009 y para los cargos de elección popular que se disputen este año (en febrero hay elecciones locales en Baja California Sur y en Quintana Roo, en julio en Nayarit, en septiembre en Coahuila, en octubre en Guerrero y en noviembre en Hidalgo).
Y tanto Germán Martínez como Felipe Calderón saben a la perfección que el Yunque lanza todo, menos buenos candidatos. Eliminado el obstáculo yunquista, la mano de la Presidencia (del partido y de la República) estará más que presente en la selección de los candidatos. Exactamente como en el PRI de antaño.
Y si Calderón lograra la ansiada mayoría en la Cámara de Diputados en 2009, entonces sí que podría sacar adelante las reformas que faltaran, negociando con la mayoría opositora en el Senado y preparando el escenario para poder impulsar a un incondicional suyo para la candidatura presidencial. Y yo la verdad veo más cercano a esa nominación a Germán Martínez que a Juan camilo Mouriño. El español-campechano quizás sea el operador de lujo de Calderón, pero no necesariamente su delfín. Ya se vería.
En fin. Con todo lo anterior, los dirigentes panistas en Puebla deberían estar más que preocupados. El Yunque va a dejar de controlar al partido y varios de ellos se tendrán que agazapar para que no los arrolle el vendaval calderonista.
Acuérdense. Sí va a haber muchos cambios.
¿A quién se impulsará desde Los Pinos para la candidatura panista a la gubernatura poblana?
Buena pregunta. Pero esa es otra historia.