Por Jesús Manuel Hernández
Al ex gobernador Rafael Moreno Valle le está pasando lo que el refranero mexicano registra en el caso de las personas mayores: “El diente, miente; la cana, engaña; la arruga, desengaña; pero el pelo en la oreja, ni duda deja”.
Y es que su participación en los procesos electorales del 4 de junio último lo van ubicando cada vez más como el personaje totalmente ajeno a los intereses del panismo, por lo menos al del partido donde dan la cara Ricardo Anaya, Ernesto Rufo y Margarita Zavala, y lo colocan más del lado del Grupo Atlacomulco, tal cual lo denunciara en entrevista a Álvaro Delgado en la revista Proceso, Juan Carlos Mondragón Quintana, ex presidente del PAN poblano.
Desde la selección de candidatos en el Estado de México, Moreno Valle se puso del lado de Ulises Ramírez, al no conseguir su postulación abandonó a Josefina Vázquez Mota, y según las últimas revelaciones aparecidas en el diario Reforma, habría financiado desde Puebla las acciones del PRD y su protegido se habría colocado cercano a Morena.
La especulación no es nueva, pone el dedo en la llaga de una versión que ha venido caminando desde hace tiempo al interior del partido.
Muchas denuncias ha recibido Ricardo Anaya sobre el comportamiento de Moreno Valle, su lealtad y su verdadera convicción más del lado de Atlacomulco y de Peña Nieto que de los principios del bien común.
Dos de sus principales operadores están en observación desde hace algunos meses, Eukid Castañón en el ámbito legislativo y Marcelo García Almaguer, quien intentó apoderarse de la estrategia de comunicación del PAN nacional, asunto que no permitió Anaya.
Y por demás está decir que Luis Maldonado Venegas, es visto en las filas blanquiazules como el centro neurálgico de operaciones a favor del PRD y otros partidos y movimientos desde se construye la tablita de salvación del morenovallismo.
O por lo menos, así me lo parece.