21-11-2024 04:32:30 PM

Santizo, en la tablita

Por Valentín Varillas

El escándalo nacional generado a partir de la exposición pública de la realidad que vive Puebla en materia de la operación de mafias relacionada con el robo y venta de combustible de Pemex, podría ser el empujón que saque a Alejandro Santizo de la Secretaría de Seguridad Pública municipal.

Imposición de Facundo Rosas -uno de los personajes más señalados por el crecimiento de este delito durante el sexenio-, el futuro de Santizo en el servicio público poblano está atado inevitablemente a la de su ex jefe.

Para nadie es un secreto que a este personaje no lo quería Tony Gali en el ayuntamiento de Puebla, pero que en aras de mantener la cordialidad con el gobernador Moreno valle, dejó pasar su nombramiento.

También es un secreto a voces que el actual alcalde capitalino, Luis Banck, no estuvo de acuerdo en mantenerlo al frente de la SSPTM, pero también accedió a sostenerlo a petición expresa del hoy gobernador.

Y es que, aunque no lo parecía así, Facundo Rosas fue uno de los personajes de mayor influencia y poder en el círculo más cercano de Rafael Moreno Valle.

Además de su relación con Facundo, a Santizo no le favorece la realidad delictiva que se vive actualmente en la ciudad de Puebla.

Al escritorio de Banck llegan los reportes oficiales con los indicadores que muestran con contundencia el aumento exponencial de varios delitos importantes a los que su secretario de plano no puede o no quiere combatir.

El tema de “huachicol”, hoy le viene como anillo al dedo para preparar el despido.

Y es que, hoy más que nunca, se vuelve pertinente recordar que, apenas en febrero pasado, policías municipales al servicio de Santizo fueron detenidos protegiendo a las bandas dedicadas a este delito.

La analogía con el destino fatal que tuvo Facundo, cuando elementos de altísima influencia en la estructura de la secretaría que comandaba fueron sorprendidos en el mismo delito, resulta demoledora.

Alejandro Santizo llegó a Puebla como parte del equipo de Rosas Rosas y sentó sus reales en la capital, cuando su jefe y amigo implementó un mando único de facto en la entidad.

Una vez resuelto el proceso electoral del 2013, el secretario convocó a cerca de treinta alcaldes electos para supuestamente revisar la estrategia conjunta de seguridad que implementarían una vez que los ediles asumieran el cargo.

Los criterios para la selección de los invitados fueron muy claros: municipios con presupuesto y con problemas serios en sus niveles de incidencia delictiva.

Y es que, sin el menor cuidado de las formas, el funcionario les dijo a los alcaldes que ya no se molestaran en buscar a sus próximos titulares de seguridad pública, que él ya había hecho el trabajo por ellos y que los tenía ya seleccionados.

Facundo argumentó que la decisión era producto de un sesudo análisis de la situación de cada uno de los municipios convocados y del tipo de delitos que azotaban a estas comunidades y que en base a lo anterior se habían detectado los perfiles idóneos para ocupar los cargos.

“No se metan en problemas”.

“Déjenme a mí operar”

“Si no me hacen caso, no vengan después a quejarse, que yo no los voy a ayudar”.

En ese año, Rosas trajo a Puebla a cerca de 100 agentes federales que trabajaron con él en el gobierno de la República, para insertarlos en los cargos estratégicos de seguridad en esos municipios.

Les prometió el cielo, el mar y las estrellas.

Una chamba más leve y mucho mejor pagada, además del control absoluto de la estrategia de seguridad en las entidades a las que fueran designados y sobre todo, apoyo incondicional del gobierno del estado para que las cosas no se salgan de las manos.

¿Se imagina lo que hubo detrás de esto?

¿Los intereses que involucrados y el lucro potencial de manejar la seguridad en estos municipios?

La génesis del hoy tristemente célebre Triángulo Rojo, entre ellos.

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