04-12-2024 12:34:01 PM

Patria, antes que partido (I)

Por Valentín Varillas

La nueva sede del Congreso del estado, representa en buena parte un homenaje a la LXI legislatura local.

La que dejó a un lado los intereses de partido y cerró filas para evitar un colapso institucional, después de la muerte del gobernador Barbosa.

Y es que, de inmediato, los apetitos políticos se dispararon y las presiones llegaron de todos lados.

La más fuerte: de una parte del gobierno federal.

Específicamente, de la Secretaría de Gobernación.

Adán Augusto empezó a operar con todo para que fuera Ignacio Mier el elegido.

Necesitaba el apoyo del PRI.

Por eso, apenas minutos después del fallecimiento del entonces jefe del ejecutivo estatal, echó mano de “Alito”, uno de sus más importantes alfiles infiltrados en la “oposición”.

El líder tricolor citó de inmediato a Jorge Estefan Chidiac, para que la bancada de ese partidos se sumara a la línea dictada desde Segob.

El poblano se negó.

En buena parte, debido a un añejo odio a Nacho, pero también porque no creía que en ese momento fuera la carta ideal para mandar en Puebla los próximos dos años.

Sabía de sobra que la propuesta dividiría el voto de los diputados y que no iban a llegar a ningún acuerdo en el corto plazo.

Juran los enterados que la postura de Estefan le costó la candidatura al Senado y la enemistad eterna con Alejandro Moreno.

Pero también los demonios poblanos se desataron con todo.

Julio Huerta fue el principal atizador del fuego.

Se promovió como el perfil que al difunto le hubiera gustado dejar en su lugar.

Vendió continuidad, institucionalidad y confianza.

Aseguró también tener el visto bueno y el apoyo absoluto de doña Rosario Orozco, viuda del malogrado gobernador.

Tampoco era cierto.

Barbosa le dio manga ancha y capacidad de operación con diversos grupos de poder en Puebla, pero para sumar a la política interna del estado, no para perfilar un proyecto personal.

De tal manera que en vida, jamás pensó en él como una ficha importante para jugar seriamente en su sucesión.

Igualmente, su nombre hubiera generado posturas irreconciliables entre los diputados, al momento de votar.

Y esa fue una de las pocas condiciones que la Federación puso en el tema sucesorio poblano: supuestamente no intervendrían, habría libertad y autonomía absolutas en la decisión, a cambio de que el estado no fuera un foco rojo en materia de gobernabilidad en el país.

Que no se generara un largo y muy costoso vacío de poder.

Pero no fue el único.

Más miembros del círculo íntimo del “barbosismo” se apuntaron y se metieron de lleno, con todo, a intentar quedarse con la cereza del pastel.

Mañana le cuento por qué no pudieron y qué factores intervinieron en la decisión final.

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