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El Imperio Bizantino

Al momento de la división del Imperio Romano (395), la parte oriental -que luego sería llamada Imperio Bizantino- comprendía desde los Balcanes, Tracia (actual Turquía europea), Asia Menor, Siria, Palestina, Mesopotamia, Persia, Egipto y Cirenaica (la actual Libia), así como las islas de Chipre y Creta. Algunas de sus principales ciudades fueron: Constantinopla (400,000 hab.), Alejandría (300,000), Antioquía (250,000), Nicea, Tesalónica, Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Trebisonda, Edesa, Tebas (griega), Atenas y Jerusalén, y cuando el Imperio de Occidente se disolvía en 476, el Bizantino sobreviviría mil años más, hasta 1453.

Su momento de máxima extensión territorial y de mayor esplendor cultural se da bajo el reinado de Justiniano (527-565), cuando alcanzó a Italia y los territorios al sur del Danubio hasta su desembocadura en el Mar Negro, toda Asia Menor, el Oriente Medio, Mesopotamia, (Persia se había escindido), Egipto, el norte de África entre el desierto del Sahara y la costa mediterránea hasta el Atlántico (en el actual Marruecos), el sur de la península Ibérica y las islas del mar Mediterráneo.

Entre 528 y 533 se codificó el Derecho Romano en el Corpus Iuris Civilis, y se copiló y ordenó en El Digesto a las jurisprudencias de los tribunales romanos desde los tiempos de la República hasta el colapso de Occidente y la fundación del Imperio de Oriente -o Bizantino- transmitiendo así a la posteridad uno de los mayores legados de la antigüedad. También en esos años se edificó la Basílica de Hagia Sophía, obra de Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto y una de las más depuradas realizaciones de la Arquitectura universal y que fuera sede del Patriarca de Constantinopla hasta 1453.

El aspecto religioso fue fundamental para el Imperio Bizantino y para la cristiandad de esa época, que reconoció entonces a la Pentarquía o Cinco Patriarcados, cuyos obispos fueron considerados primados, por orden de honor: Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén. Estas cinco Iglesias de orígenes apostólicos tomaron parte en los siete primeros concilios ecuménicos en los que lograron niveles de igualdad aunque reconociendo la primacía de Roma hasta que el Gran Cisma de Oriente y Occidente (1054) concreta la ruptura.

Los primeros Concilios Ecuménicos (llamados griegos y verificados en un lapso de 544 años) se celebraron en el Oriente, lo que deja ver su preponderancia sobre el occidente que apenas estaba siendo cristianizado. Las sedes fueron:

325, Nicea I

381, Constantinopla I

431, Éfeso

451, Calcedónia

553, Constantinopla II

680 Constantinopla III

787, Nicea II

869, Constantinopla IV

Todos ellos fueron convocados por el emperador bizantino, que fungía como rey-sacerdote. Los posteriores concilios -llamados latinos- serían convocados por los Papas. Es relevante que la etapa de los “Concilios Griegos” termina en 869, cuatro siglos después de la caída del Imperio Romano de Occidente, donde la Civilización Cristiana maduraría hasta la fundación del Sacro Imperio Romano Germánico en el año 800.

Los siglos VII y VIII en Bizancio, fueron una edad oscura de la que nos llegó poca información, pero sabemos de intensas luchas contra los persas, a los que finalmente derrota. En el año 622 surge el Islam, que encontrándole desgastado por la guerra con Persia, le va arrebatando al Imperio diversas regiones, inicialmente Siria, Palestina, Egipto, Chipre, Creta y Sicilia. Se repliega también en Italia ante los lombardos y sufre desde el norte el asedio de los eslavos, que habiendo llegado a sitiar Constantinopla, se fueron instalando en los Balcanes. Con dificultad logra sobrevivir el Imperio, habiendo sido un factor determinante para ello su superioridad naval (su flota disponía de una terrible arma secreta: “el fuego griego” (una especie de lanzallamas cuyas flamas ardían aún bajo el agua) y poderosas fortificaciones costeras (Constantinopla resistió dos asedios musulmanes).

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