-Pedid y se os dará-, exclamó una voz desde lo alto.
-Mira Dios, tengo una novia que vive en Cuba, yo vivo en México y me cuesta mucho ir a verla, ¿No podrías construirme un puente que una tierra firme con la isla?-
-Eso que me pides-, respondió Dios-, es un trabajo muy materialista. Tendría que erguir grandes pilares de hormigón que profanarían mis océanos. Debería emplear cientos de toneladas de hierro y asfalto, reflexiona hijo mío, pídeme algo que me honre y glorifique-.
A lo que el hombre respondió:
-Me he divorciado tres veces, me gustaría tener el don de saber escuchar a las mujeres, comprenderlas, saber por qué dicen no cuando quieren decir sí y viceversa, qué quieren decir cuando callan, por qué lloran sin motivos, ¿Cuál es el secreto para hacer feliz a una sola mujer?-
Dios desde lo alto carraspeó y respondió a su deseo con una pregunta:
-¿Y de cuántos carriles dices que quieres el puentecito?-