El estado general del país es realmente grave e inquietante. Y no me refiero a las cuestiones económicas, a las que me he referido, mal o bien, en reiteradas ocasiones, sino a tres hechos recientes cuya significación política negativa se suma al difícil cuadro clínico que presenta la nación.
Tales hechos son: 1).-el asesinato del presidente municipal de La Piedad, Michoacán; 2).-la trágica muerte del Secretario de Gobernación, Lic. José Francisco Blake Mora; 3).-el triunfo del candidato del PRI a gobernador de Michoacán, el domingo recién pasado.
La relevancia política del asesinato del alcalde de La Piedad radica no sólo en la fecha de su ejecución (vísperas de la elección del gobernador michoacano), sino también en el hecho de haber escogido para ello el momento en que la víctima difundía propaganda a favor del candidato de su partido (PAN) al gobierno del estado. Ambas circunstancias parecen haber sido elegidas intencionalmente con el fin de hacer sospechosamente obvio el propósito político-electoral del crimen. Y justo por eso, parece poco responsable y poco sincera la magnificación que del trágico suceso hizo la plana mayor del panismo nacional, trasladándose, íntegra, a La Piedad para hacer acto de presencia en los funerales, y sobre todo en los medios, que aprovechó para insistir en que el crimen buscaba “inhibir por el terror el voto de los michoacanos” y favorecer así a alguno de los candidatos opositores.
Por poco suspicaz que uno sea, no puede dejar de ver que en tales acciones y declaraciones se escondía (muy mal por cierto) la intención de lanzar masivamente a la opinión pública michoacana en contra del candidato y del partido mejor colocados en las encuestas. Esto indujo al hombre de la calle a preguntarse: ¿es que llegamos ya al punto en que las cuestiones electorales van a dirimirse como en las mafias del crimen, a balazos? Y si esto es así, ¿nos espera algo peor en la ya próxima elección presidencial? El oportunismo de la dirección panista, pues, no logró otra cosa que aumentar la crispación del ambiente nacional, ya de por sí enrarecido.
La trágica y lamentable muerte del Secretario de Gobernación es todavía de mayor impacto negativo que la anterior. He seguido de cerca las declaraciones relevantes que se han producido en torno al suceso, incluida la explicación oficial, y he llegado a la conclusión de que los comunicadores, nacionales y extranjeros, concuerdan en una cosa: sólo el esclarecimiento pleno y transparente del caso, respaldado con pruebas contundentes y por verdaderos expertos libres de toda sospecha de parcialidad, podrá convencer al pueblo de México de que su gobierno dice la verdad.
Por tal razón, concuerdan también en que la apresurada versión oficial de que se trató de un simple accidente provocado por un banco de nubes bajas que redujo drásticamente la visibilidad del piloto y ocasionó que se impactara contra un cerro, no se sostiene con los datos y pruebas recabados hasta hoy.
Resumo yo los principales argumentos, aclarando que no son una cita literal: de acuerdo con el protocolo de vuelo distribuido por la propia SCT, un accidente semejante sólo puede deberse a tres grandes causas: falla mecánica, error humano o malas condiciones climáticas. Ahora bien, dicen los analistas, la falla mecánica fue descartada por el propio Presidente Calderón, quien afirma que el helicóptero había sido sometido recientemente al mantenimiento de rigor; la falla humana tampoco se sostiene, pues la misma SCT asegura que el piloto contaba con no menos de 20 años de experiencia; y, finalmente, el mal tiempo tampoco explica el hecho, porque este tipo de aparatos, tecnológicamente muy avanzados, puede elevarse a más de diecinueve mil pies de altura, sobradamente suficiente para salvar el obstáculo.
No olvidar tampoco, terminan los analistas, que tales aparatos cuenta con auxiliares tecnológicos muy perfeccionados para la navegación aérea, por lo que su seguridad no depende de la “visibilidad” del conductor de la nave. Me ahorro otras consideraciones precisas sobre el accidente en sí, que también contradicen la versión de un “impacto” directo contra un cerro.
Entre las declaraciones vertidas, me quiero referir a la de un comentarista norteamericano, entrevistado mediante un enlace por la conocida periodista Carmen Aristegui, en su programa nocturno para CNN (la cita no es textual): la hipótesis del accidente, obviamente, no puede descartarse de modo absoluto; pero si no se pierde de vista que México vive desde hace rato en un clima de violencia generalizada, que existen en el país muchos focos graves de corrupción y que el Estado mexicano es un Estado infiltrado a muy altos niveles, la versión del accidente resulta muy poco probable y muy poco creíble, dijo.
La importancia de esta declaración, además del profesionalismo de la fuente, radica en que, con tres rápidos y certeros brochazos, caracteriza la realidad nacional que muchos mexicanos con poder se niegan a ver, o se empeñan en ocultar, que es peor. Tal caracterización no resulta favorable al grupo gobernante, pero explica bien la incredulidad general sobre la versión oficial del accidente.
Y es en este ambiente de violencia, corrupción y crispación, que se da el tercer hecho, el triunfo del PRI en Michoacán, un resultado absolutamente congruente, y por tanto esperable, con la caracterización del comentarista de CNN.
Pero resulta que para la plana mayor del PAN no es así; que todo se debe al fraude y al narcotráfico y, en consecuencia, ya puso en marcha una campaña de descalificaciones en contra del PRI y su candidato ganador, amenazando con no descansar hasta echar abajo su triunfo. Y más aún, es el propio Presidente Calderón quien sale a declarar que exigirán un recuento “voto por voto” para transparentar el proceso. Por lo visto, a nadie en el PAN “le ha caído el veinte” de que México está en crisis y de que el pueblo mexicano los responsabiliza a ellos del desastre; sólo así se explica su sorpresa y su enojo por la derrota michoacana. Pero se equivocarán una vez más, y muy gravemente, si se empecinan en ir contra lo evidente; y peor aún si, mediante presiones a los tribunales electorales, consiguen revertir el triunfo priista.
El pueblo mexicano no soportaría una imposición así en las actuales circunstancias. La única salida inteligente es respetar estrictamente, hoy más que nunca, la ya muy maltrecha democracia mexicana, si no queremos imitar al aprendiz de brujo.
*Secretario General del Movimiento Antorchista.