Con el argumento simplista: “hay que ocupar la torre que no tiene campanas”, el alcalde Eduardo Rivera apoya la flamante idea de colocar ¡un elevador en la torre sur para atraer más turismo!
Por lo visto no conoce la historia de la Catedral ni las condiciones reales del templo; quizás porque no es originario de Puebla.
La Catedral vale por sí misma, no hay necesidad de hacerle un pegote para atraer turistas.
Es preferible que asociaciones civiles y clero recauden dinero (no dinero público) para intervenir de manera efectiva el templo, en lugar de malgastarlo en un elevador, el cual en un futuro puede ser caro su mantenimiento y quede sin utilizarse.
En lo personal rechazo la sola idea de instalar un elevador en la Catedral, básicamente porque alteraría la fisonomía del templo, no se necesita; además, el cobro a los turistas por su uso no significaría un considerable ingreso económico como para su mantenimiento.
¿Realmente hay una vista bonita de Puebla a más de 70 metros de altura?
¿Es necesario un elevado en Catedral?
De acuerdo con algunos arquitectos e ingenieros que consulté, en condiciones idóneas y simples, es decir en un edificio de unos 20 pisos que ya tenga el espacio, el cual sea fácil adaptar para introducir el ascensor y el equipo para moverlo, el costo no superaría los 10 millones de pesos.
Pero si se tratara de efectuar toda la etapa de ingeniería en el interior del inmueble, esto es “crear”, adaptar el espacio el costo se eleva de forma considerable.
Además hay que tomar en cuenta todo el aspecto de permisos y lo principal: la fuente de energía, que las más de las veces resulta más cara que la propia caja del ascensor.
Las condiciones técnicas y el costo varían notablemente si se trata de un ascensor interno o externo.
En el externo (o panorámico como lo quiere el arzobispo) la tecnología y el equipo son muy diferentes a lo que se requiere para uno interno, pues influye desde la temperatura ambiente en la que va a estar permanentemente el ascensor hasta la construcción de toda la infraestructura para su instalación, si va a ir “sujeto” al inmueble o tendrá que construirse una “torre” especial.
Así, hay que partir de esos 6 o 10 millones de pesos de un elevador “sencillo” para imaginar cuánto resultaría la “genial idea” del munícipe -que parece apoyar el arzobispo- para hacerle un pegote a la Catedral poblana.
La Catedral de Puebla es una de las más bellas del país, por dentro y por fuera, dicho no sólo por turistas sino por expertos en arquitectura, en arte e historia.
Si todo está en la mira de atraer turistas, generar ingresos para el sostenimiento del templo, pues tendría que empezarse por lo más urgente e importante: la restauración completa del inmueble, para tener algo digno qué enseñar.
Los expertos ya han señalado la necesidad de intervenir las cúpulas por dentro y por fuera, impermeabilizar; recuperar y/o reparar los escudos de las fachadas, lo mismo que los alto-relieve, las esculturas y las placas conmemorativas.
También restaurar un sinnúmero de objetos que constituyen el “tesoro” de Catedral: muebles, libros, cuadros, candelabros, imágenes, etcétera.
Si se trata de que admiren a Puebla desde las alturas, pues está la torre norte con su larga y fatigosa escalera, que resulta más atractiva para los turistas, como sucede en otras Catedrales del mundo.
Guardando toda proporción ¿se imagina y justificaría un elevador en Notre Dame? ¿En la Catedral de Colonia o en la Catedral de San Patricio?
Las autoridades civiles y eclesiásticas mejor que se ocupen de recaudar e invertir ese dinero en restaurar el inmueble y no lo malgasten en adefesios.