21-11-2024 07:35:17 PM

Tiempos difíciles

Dirigente nacional del Movimiento Antorchista

 

Este título de una famosa novela de Dickens (si no me falla la memoria), destacado escritor inglés y crítico resuelto de la miseria social y los abusos de los poderosos de la época victoriana, le viene, a mi parecer, como anillo al dedo, a la situación por la que atravesamos en los días que corren. En efecto, a pesar de que se han perfeccionado los mecanismos para ocultar la verdad y disfrazar la realidad cotidiana (medición amañada de indicadores económicos, cifras estadísticas manipuladas, campañas mediáticas prediseñadas y generosamente subsidiadas), la gente sabe, porque lo vive, que su situación es cada día más difícil. Veamos. Se dice que el desempleo, en el peor de los casos, ronda el 4% de la Población Económicamente Activa (PEA). Si la calculamos en unos 45 millones de personas en números redondos, esto nos da un millón ochocientos mil desempleados en total, cifra que si no es de aplaudirse tampoco está para llorar. Pero esto no se compagina con otras cifras muy ligadas al desempleo. Por ejemplo, la emigración a los Estados Unidos se calcula en 500 mil mexicanos al año; por tanto, si el desempleo fuera del tamaño que dice la cifra oficial, hace rato que este mecanismo, sumado a los empleos generados en el país y a las cifras del autoempleo, habría resuelto completamente el problema de los desocupados. Otro dato revelador es el del comercio informal. Se dice, entre otras cosas, que representa nada menos que el 35% del Producto Interno Bruto (PIB), y que da empleo a más de 20 millones de personas que, por si fuera poco, se incrementan todos los días. ¿De dónde sale esta gente? Si el desempleo oficial fuera cierto, ¿no estaríamos ante un milagro parecido al de la multiplicación de los panes y los peces?

Dejemos a un lado el terrible incremento de la delincuencia, que también recluta a sus adeptos entre los desempleados (sobre todo entre nuestros jóvenes que no alcanzaron un lugar en el sistema educativo nacional ni un empleo digno en el aparato productivo) y vayamos a los salarios. Es un hecho que la aplastante mayoría de quienes cuentan con empleo formal gana entre dos y cuatro salarios mínimos, esto es, entre 90 y 180 pesos diarios. Pero resulta que la canasta básica, es decir, el “mínimo minimorum” de lo que el trabajador y su familia necesitan consumir diariamente para reponer la energía gastada en la jornada laboral y poder repetirla al día siguiente, anda por arriba de los 250 pesos, y su costo, además, se incrementa día con día gracias a la inflación. Y no hay que olvidar que esta “canasta básica” no incluye gastos como renta, luz, agua, pasajes, medicinas, educación y varios etcéteras más que, si se tienen en cuenta, vienen a decir que la situación de una familia obrera promedio es francamente desesperada e insostenible.

Así pues, las grandes mayorías populares sufren diariamente las siete plagas de Egipto. Desnutrición (sobre todo de los niños), enfermedad, ignorancia, falta de vivienda, falta de servicios básicos, son cosa cotidiana y casi “normal” entre ellas. Pero lo que viene será peor: ahora resulta que porque el petróleo se ha encarecido tremendamente, los potentados del planeta están desviando granos básicos y otras materias indispensables para la alimentación humana, hacia la generación de “biocombustibles” para mover sus grandes fábricas. Como consecuencia, el trigo se ha encarecido en más del 100%, el arroz en más del 70%, el maíz en más del 35% y el frijol en una cifra similar. Es decir, que si no se hace algo rápido y efectivo, el bolillo, la tortilla, el arroz y los frijoles, alimentos casi únicos del pueblo, pronto alcanzarán precios que los pobres no podrán pagar, aunque destinen su salario completo a adquirir esos productos. Y hay algo más. Se dice que los grandes países productores de arroz, principalmente China, la India y Brasil, ya cerraron (o están a punto de hacerlo) sus fronteras a la exportación de ese alimento, y que no se descarta que los productores de trigo y maíz hagan lo propio. Si esto es cierto, o se materializa en el futuro cercano, pan, tortilla, arroz y frijoles no sólo se tornarán tremendamente caros, sino que, simple y llanamente, no se podrán adquirir a ningún precio. Ante esto, urgen cambios de fondo en la política económica del país. No más parches calientes como “Progresa”, “Procampo” o “Vivir Mejor”, sino más inversión para producir más riqueza y para crear más y mejores empleos, y una política recaudatoria eficiente y progresiva que dé al gobierno recursos suficientes para enfrentar las necesidades insatisfechas de las mayorías y, si fuera el caso, para invertir en aquellas áreas que suelen ser motor del crecimiento económico o allí donde el capital privado se muestre omiso o remiso. Urge, en particular, inyectar ingentes recursos al campo, si no queremos llegar a la hambruna por falta de granos.

Da grima, por eso, ver cuánto tiempo y dinero se gastan para promover y publicitar un “mega espectáculo” en el zócalo de la ciudad de México con fines filantrópicos: reunir dinero para los niños pobres de América Latina. Con el permiso de los señores organizadores, eso es té de limón para un cáncer generalizado. Yo no tengo por qué dudar de las buenas intenciones, del humanismo auténtico de respetables personajes de la vida económica y política de México, como los señores Emilio Azcárraga de Televisa y Carlos Slim de Grupo Carso que, por cierto, aprovecharon la ocasión para aparecer en pantalla. Pero estoy plenamente seguro de que el show que armaron y respaldaron con su poder económico y su prestigio, no es lo que México necesita ni lo que a ellos toca hacer. Déjense los actos de caridad para la Iglesia, para las Iglesias, y destínese todo el dinero que se tenga para hacer crecer la economía del país, para hacerla más competitiva, para crear los empleos necesarios y para mejorar el ingreso de las familias trabajadoras. ¡Eso sí lo aplaudiría México entero, y sin necesidad de que lo induzcan a ello los conductores de noticiarios y programas de espectáculos!

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