Por Valentín Varillas
Gabriela Ruiz no dirigirá el comité municipal del PAN en la capital.
Aunque así lo marque el organigrama del partido.
Simplemente porque su designación no se acomoda a lo que Riestra quería.
De haber sido así, la hubieran mandado originalmente a pelear la posición.
Manolo Herrera será el que mande, como lo marcaba el protocolo original.
Y bajo esa lógica se han movido desde hace tiempo los militantes cómodos a la actual dirigencia estatal.
Y así lo seguirán haciendo.
Que no le quepa la menor duda.
El dictamen emitido por el tribunal federal fue simplemente un trámite burocrático que retrasó lo inevitable.
También lo fue el proceso interno del fin de semana, por más que traten de vestirlo de democracia.
Lástima.
Hubiera sido bien interesante ver una mujer al frente del partido opositor por antonomasia, en un municipio como Puebla, ejercer con las facultades plenas que el cargo supone.
No únicamente para cumplir con una incómoda cuota de género.
Ese municipio es la manzana de la discordia entre grupos al interior.
Hoy se dan con todo en redes echándose la culpa de la realidad que vive Acción Nacional.
Se les olvida que son perdedores todos.
Los de antes y los de ahora.
Que perdieron por un millón de votos el estado y por más de cien mil la capital.
Rompieron todos los récords de la ignominia.
Y no se ve que la cosa vaya a cambiar.
No en el mediano plazo.
Seguirán aplicando la máxima de “perder elecciones ganando el partido”.
Ya quedó más que claro.
Pero hoy celebran como si realmente fueran competitivos en las urnas.
Allá ellos.
Morena disfraza decisiones cupulares a través de procedimientos en donde se supone que es el “pueblo bueno y sabio” el que manda.
En la derecha poblana se hace lo mismo, pero al grito de “Dios, Patria y Libertad”.
Lo dicho: son iguales.
