Por Valentín Varillas
Fue la semana pasada cuando de la oficina de Mario Riestra salió la orden de no tocar ni con el pétalo de una critica al gobernador Alejandro Armenta.
El arsenal opositor se centrará sobre todo en la administración municipal de la capital y en el gobierno federal.
De Pepe Chedraui y de Claudia Sheinbaum se podrá decir de todo, en cualquier formato y tono, pero nada más.
Algo sabe el líder estatal del blanquiazul que anda enojado, iracundo y nervioso.
Además de no poder encontrar a los “traidores” que le juegan las contras en el órgano de dirección del partido, sabe que los procesos judiciales que lo involucran a él y a miembros de su círculo más cercano, avanzan en tiempo y forma.
Apegados a derecho, pero sobre todo, con pruebas contundentes.
Se trata de aquellos pecados, muchos, cometidos a su paso por el servicio público.
Prestanombres familiares que fueron utilizados para generar fortunas millonarias, pero que dejaron huellas enormes, fácilmente rastreables por su burda operación.
Sin embargo, la medida llega tarde y será por demás estéril.
De entrada, porque había acuerdos al más alto nivel en aras de mantener canales abiertos de comunicación y entendimiento.
Los mismos que, después de una serie de desencuentros y traiciones, hoy están hechos pedazos.
No hay, ni habrá ya manera de recomponerlos.
Al mismo tiempo, desde el Comité Ejecutivo Nacional se ejercen todo tipo de presiones para que en Puebla se maneje el PAN como un auténtico partido de oposición.
Sin tibiezas, medias tintas, o campañas selectivas que son muy duras con algunos y omisas con otros.
Jorge Romero no está nada contento con el derrotero que ha tomado el partido en la entidad y considera ya a Puebla como un auténtico foco rojo de cara al proceso electoral del 2027.
Ya adelantan una catástrofe de magnitud similar a la del 2024.
Viven hoy lo peor de dos mundos: ya no están bien ni con Dios ni con el diablo.
Y lo peor: en lo que a las carpetas abiertas se refiere, se les viene la noche.
Inevitable e irremediablemente.
