Por Valentín Varillas
Tal vez lo único verdaderamente importante del ahora “nuevo PAN” sea la decisión de abrirse completamente a la posibilidad de otorgar candidaturas a perfiles ciudadanos.
Se trata, sin duda, de un reconocimiento explícito de que al interior no tienen cuadros que pudieran pelearle a Morena la presidencia de la República en el 2030.
Los de casa no cumplen, ni de cerca, con los siempre caprichosos requisitos de la rentabilidad electoral.
Y en este contexto, han diseñado trajes a la medida para dos perfiles de candidatos potenciales con los que pudieran participar pensando en arrebatarle el poder al oficialismo.
El primero, encajaría en el modelo Milei que triunfó en Argentina y que en México representaría de manera perfecta Ricardo Salinas Pliego.
El empresario tiene formas parecidas, discursos similares y expresiones idénticas al del presidente sudamericano.
Aquello de los “zurdos de mierda” es una copia al carbón de una de las frases que con más éxito han caracterizado su gestión al frente del gobierno de ese país.
Tiene dinero de sobra, altísima influencia y penetración en redes sociales y un par de canales de televisión que replican a todas horas su postura crítica no sólo a la gestión de Claudia Sheinbaum, sino a la del resto de los liderazgos del actual grupo en el poder.
Ningún militante panista le llega ni de cerca de su enorme posicionamiento en términos de opinión pública y publicada.
Su fiesta de cumpleaños, la que empató con precisión de relojero suizo con el relanzamiento de Acción Nacional, ya es considerado como su presentación no oficial como aspirante a la “grande”
Por cierto, la mayoría de las casas encuestadoras serias del país ya lo miden como tal.
La columna vertebral de la nueva narrativa del partido, aquella que se basa en términos como patria, familia y libertad, puede y debe entenderse como un guiño a los sectores más radicales de la derecha nacional.
Aquellos que se alejaron del PAN después de haberle otorgado la candidatura presidencial a Xóchitl Gálvez, una mujer pro aborto con ascendencia indígena.
Impensable para sus muy estrictos cánones de moral y buenas costumbres.
Y aquí es en donde se abre la posibilidad de aplicar un modelo al estilo Donald Trump, que en el caso de México personificaría a la perfección Eduardo Verástegui.
Una especie de clon del norteamericano que ha sabido tejer perfectamente una red de relaciones con su círculo de poder más cercano.
De entrada, con el embajador en México, Ronald Johnson.
Su inclusión y participación activa en organizaciones como la Conferencia de Acción Política Conservadora son un indicador muy claro de su alto nivel de influencia en los sectores más extremos de la derecha internacional.
Defiende las mismas banderas: libertad económica, una mínima intervención del estado en asuntos financieros y que a través del estado se recupere el “rumbo moral del país”.
Tendría el apoyo garantizado de los gringos, pero su propuesta polariza, fractura y divide mucho más al electorado potencial que jamás votaría por Morena.
En resumen, este PAN novedoso busca afanosamente afuera, lo que desde el 2006 ha sido incapaz de lograr con los de adentro.
Mas que fiesta, celebraciones y confeti, se trata de una radiografía penosa que muestra su estrepitoso fracaso en la formación de cuadros potencialmente exitosos en lo electoral.
Si no lo ven así, qué grave.
Si lo ven y siguen fingiendo que todo marcha bien, mucho peor.