Por Valentín Varillas
Ya se da al interior de Morena el natural movimiento de grupos, como consecuencia de la sucesión presidencial.
Aunque gradual, resulta evidente el empoderamiento de los liderazgos cercanos a la actual jefa del ejecutivo federal y el lógico debilitamiento de quienes hicieron carrera política al amparo de López Obrador.
Este fenómeno se verá con toda claridad en la coyuntura del proceso electoral del 2027.
Tanto en el reparto de candidaturas, como en la designación de quienes tendrán la responsabilidad de diseñar y operar la estrategia de obtención de votos para una elección que es prioritaria en Palacio.
La que de plano no puede perderse por ser el primer gran referéndum que medirá en lo político a la presidenta.
Y de cómo resuelva el oficialismo este reto, se sentarán las bases de proyectos personales a futuro.
En Puebla, por ejemplo.
Se verá con mayor claridad el camino rumbo al relevo en la gubernatura para el 2030.
Para nadie es un secreto que Ignacio Mier Velasco intentará buscar la grande otra vez.
Pero es evidente que tiene todo en contra.
Absolutamente todo.
La famosa ley en contra del nepotismo, de entrada, y los nulos puentes de entendimiento y comunicación con el gobernador Armenta, el jefe político del estado.
Igualmente le resta mucho su cercanísima y añeja relación con Adán Augusto López, el ex hombre fuerte del sexenio anterior, exhibido por las propias instancias del gobierno federal actual como alfil y cómplice de las organizaciones criminales que operan en el país.
Este personaje conoce de sobra su realidad y hoy opera para llevarse perfiles a otros partidos, como estrategia única de supervivencia política.
En su momento, podría hacer lo mismo con Mier, quien de otra manera no se ve cómo podría aparecer en la boleta.
Nacho no quedó bien con el movimiento que fundó después de perder la encuesta que definió al candidato en el 2024.
Su enojo fue evidente, no tanto en la forma, con aquella salida intempestiva del hotel en donde se llevó a cabo el ejercicio, sino en el fondo, cuando en diversos foros dio a entender que fue traicionado.
Es más, en su momento adelantó que escribiría un libro contando a detalle su verdad sobre lo ocurrido en aquel proceso de selección.
De hacerlo, el libelo operaría como el pretexto perfecto para justificar un potencial cambio de camiseta.
Cambio que, por cierto, lejos de sentar los cimientos de un prometedor futuro, operaría en los hechos como un auténtico colofón de su vida pública.
