Por Jesús Manuel Hernández
Quizá hay un trasfondo o simplemente sea un tema periodístico, sacar a la luz la sucesión del Arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa, el octavo en la historia de la Arquidiócesis. El asunto permite observar los diversos escenarios al interior de la Iglesia Católica y el intento de grupos externos, no diocesanos, para intentar influir en la llegada de alguien “cómodo” a los intereses externos.
Históricamente la llamada “derecha poblana” ha intentado influir en la censura a la llegada de un nuevo arzobispo. Desde Octaviano Márquez y Toríz, se ha ido perdiendo el “vínculo” y por ende las acciones externas no siempre han estado de la mano del Pastor de Puebla.
Noticias especulativas mencionan que Don Víctor ya no será el arzobispo de Puebla. Nada extraño, el Canon vigente obliga a los obispos a presentar su renuncia cuando cumplen 75 años, sin embargo, no siempre les es aceptada la renuncia inmediatamente. Rosendo Huesca, por ejemplo, estuvo 2 años en su cargo después de 2007 cuando presentó su renuncia y se la aceptaron 2 años después, estuvo 32 años como arzobispo.
El escenario ahora se presenta atractivo para la especulación ante el intento de “presionar” desde fuera para que fulano o zutano sean considerados en la lista de los “favoritos” del Papa Francisco, cuyo estilo, por cierto, dista mucho de apreciar las formas de los grupos poblanos de hacer política al interior de la Iglesia.
Quienes especulan con los nombres evidentemente desconocen la forma como se mueven las listas de los precandidatos y finalmente de los candidatos que deben pasar, al final, por la supervisión personal del Sumo Pontífice.
Cada vez que el Nuncio Apostólico, delegado del Vaticano en México, tiene audiencia con el Papa, debe presentar una lista de mínimo 3 y máximo cinco nombres de sacerdotes a ser considerados sucesores de los obispos y arzobispos próximos a cumplir los 75 años.
Esa lista está integrada por observaciones personales, consultas con el obispo o arzobispo de la localidad y después se busca información entre los grupos reconocidos al interior de la Iglesia, con autoridad moral y buena fama pública, a quienes se les hace un sondeo.
Así, esa lista llevada por el Nuncio al Papa en turno es comentada y sometida a una minuciosa investigación por los primeros niveles del Vaticano, entre otros el Secretario de Estado y los personajes de la Iglesia, diocesanos o no, que habitan en el territorio donde se harán nombramientos; también son consultados los líderes religiosos no diocesanos y los Nuncios anteriores.
Así cada vez que el Papa recibe al Nuncio, se expone la lista que puede sufrir modificaciones.
Pero el Arzobispo también tiene audiencia privada con el Papa y en esa reunión le presenta una terna de sus posibles sucesores en caso de faltar a su desempeño por razones extremas, un accidente, enfermedad, o muerte. Este requisito está descrito en el Canon 377 § 2: Al menos cada tres años, los Obispos de la provincia eclesiástica o, donde así lo aconsejen las circunstancias, los de la Conferencia Episcopal, deben elaborar de común acuerdo y bajo secreto una lista de presbíteros, también de entre los miembros de institutos de vida consagrada, que sean más idóneos para el episcopado, y han de enviar esa lista a la Sede Apostólica, permaneciendo firme el derecho de cada Obispo de dar a conocer particularmente a la Sede Apostólica nombres de presbíteros que considere dignos e idóneos para el oficio episcopal.
§ 3: A no ser que se establezca legítimamente de otra manera, cuando se ha de nombrar un Obispo diocesano o un Obispo coadjutor, para proponer a la Sede Apostólica una terna, corresponde al Legado pontificio investigar separadamente y comunicar a la misma Sede Apostólica, juntamente con su opinión, lo que sugieran el Arzobispo y los Sufragáneos de la provincia, a la cual pertenece la diócesis que se ha de proveer o con la cual está agrupada, así como el presidente de la Conferencia Episcopal; oiga además el Legado pontificio a algunos del colegio de consultores y del cabildo catedral y, si lo juzgare conveniente, pida en secreto y separadamente el parecer de algunos de uno y otro clero, y también de laicos que destaquen por su sabiduría.
Otro Canon describe los atributos que deben reunir los candidatos: Debe ser insigne por la firmeza de su fe, buenas costumbres, piedad, celo por las almas, sabiduría, prudencia y virtudes humanas, y dotado de las demás cualidades que le hacen apto para ejercer el oficio de que se trata; de buena fama; de al menos treinta y cinco años; ordenado de presbítero desde hace al menos cinco años; doctor o al menos licenciado en sagrada Escritura, teología o derecho canónico, por un instituto de estudios superiores aprobado por la Sede Apostólica, o al menos verdaderamente experto en esas disciplinas… El juicio definitivo sobre la idoneidad del candidato corresponde a la Sede Apostólica.
Pero pese a estos requisitos los grupos externos a veces con identidad al interior del Vaticano buscan intervenir o influir en la decisión papal.
Por ejemplo cuando la designación de Rosendo Huesca para obispo auxiliar, algunos grupos poblanos actuaron en contra y auspiciaron ataques físicos y personales contra Huesca y Pacheco, pues representaba una piedra en el camino para la generación de órdenes religiosas auspiciadas por esos grupos.
La llegada de Víctor Sánchez Espinosa en 2009 estuvo presionada por algunos grupos, órdenes religiosas, pero se impuso su buena fama y las buenas calificaciones otorgadas por los consultados que recibieron vía la Nunciatura Apostólica, y bajo el Secreto de Confesión sobres lacrados con una encuesta sobre los candidatos, ninguno de los consultados puede revelar que recibió el sobre y menos las respuestas, pues automáticamente reciben la pena de excomunión.
El escenario actual revela la presencia de grupos locales con nexos internacionales que buscan un arzobispo a modo, que favorecería a las élites sociales y cuya lealtad haya sido demostrada. Hay un curioso y conocido caso de un sacerdote, elevado a Obispo que fue pieza clave en la fabricación de algunas denuncias contra Víctor Sánchez por sus relaciones políticas ajenas al PAN y cuyas fricciones derivaron en confrontaciones a sotto voce.
Y está el caso de un Obispo Auxiliar, joven, quien cubrió perfectamente la ausencia de don Víctor en tiempos de enfermedad.
Ese escenario podría dejar en evidencia una disyuntiva, o la continuidad del estilo de Sánchez Espinosa o un cambio que favorezca a los radicales.
La pregunta de muchos es si el Papa Francisco tiene a un hombre en Puebla o para Puebla, y a partir de eso es que se mueven las fichas y afloran los nombres.
En el Vaticano, por el momento, hay asuntos más importantes que resolver, como la salud del Pontífice o la sucesión del Papa, lo que dejaría en un periodo de transición la decisión para Puebla.
La experiencia dicta que entre más sea público algún nombre del sucesor, más reacciones en contra recibirá para desprestigiarlo, lo que favorece una premisa “entre más discreto, más avanzará”.
O por lo menos, así me lo parece.