26-10-2024 07:03:01 AM

La doble vida de García Luna

Por Yasmín Flores Hernández

El antiguo zar antidrogas de México entró escoltado por dos alguaciles para enfrentarse a su destino en Estados Unidos.

Genaro García Luna llevaba un traje oscuro, como cuando era el secretario de Seguridad Pública y hombre de todas las confianzas del expresidente Felipe Calderón.

Colocó sus notas sobre la mesa y clavó su mirada en las hojas de papel, mientras repasaba cada palabra que iba a decir en su cabeza, en silencio.

Todas las miradas del tribunal estaban puestas en él; el arquitecto de la guerra contra el narco se sentaba por última vez en el banquillo de los acusados por colaborar durante más de dos décadas con el Cártel de Sinaloa y se arriesgaba a pasar el resto de su vida en prisión.

García Luna, sin embargo, hizo todo lo posible para no mostrarse derrotado y para defender su inocencia -por primera- vez en la corte, y su legado, por última ocasión.

De pronto, sin que pudiera impedirlo, el mito del superpolicía, del político todopoderoso, del exfuncionario que tuvo bajo su mando a casi 40.000 hombres y que hizo del crimen organizado un espectáculo televisivo se derrumbó.

El juez Brian Cogan lo sentencio a 38 ños en prisión. El final estaba escrito.

Leí su carta Señor García Luna, ¿hay algo más que quiera decir?”, preguntó el juez ante una sala pletórica y donde, al mismo tiempo, se podía escuchar el ruido de un alfiler.

Su abogado, César de Castro, había sido el primero en tomar la palabra y, a pesar de que hizo todo lo que pudo, fracasó. Porque no encontró los argumentos para sacarlo del problema, porque todos los recursos retóricos se quedaron cortos, porque parecía que los nervios lo traicionaron y no pudo convencer ni a un alma en la Corte del Distrito Este de Nueva York.

Y entonces, llegó el turno del exsecretario, que tardó casi cinco años para reunir el valor suficiente para declarar en el tribunal que estaba a punto de condenarlo.

García Luna se tomó todo el tiempo que pudo. Antes de comenzar, mandó a llamar a uno de los intérpretes y supervisó la traducción de su discurso de forma meticulosa, casi obsesiva.

El silencio se escuchó durante casi cinco minutos y retumbó en las paredes del tribunal. Cuando el reloj marcaba unos minutos después las cinco de la tarde, se levantó de su asiento y comenzó a hablar.

“Sé que no es el momento para defender mi inocencia, pero es la primera vez que hablo públicamente”, dijo con tono solemne.

No había un sólo rastro de remordimiento. Se mantuvo frío, como si pronunciara un discurso político, aunque hubo un par de momentos en los que se quebró su voz.

“Me permití mandarle una carta donde le expongo mi vida familiar, mi ética y mis convicciones, mi historia de vida”, señaló.

“Yo no he cometido ninguno de estos delitos”, aseguró el exfuncionario de 56 años, a un año y medio del veredicto unánime del jurado que lo dejó al borde del abismo.

García Luna insistió en ponerse en el papel de la víctima. Dijo que estaba en la cárcel por un “complot” orquestado por el Gobierno mexicano, que no había una sola evidencia en su contra, que su caso estaba atravesado por “intereses políticos”.

Se quejó amargamente de las condiciones que enfrentó en prisión y repitió el relato meloso de cómo dedicó los últimos años a ayudar y enseñar a otros presos de la cárcel. Creyó que decenas de premios y condecoraciones internacionales podrían salvarlo.

Presumió, una vez más, sus conexiones al más alto nivel en Estados Unidos: las fotos con políticos famosos, las cenas con representantes diplomáticos, el halo de protección que pensó que tenía y que lo llevó a buscar ser ciudadano estadounidense. Pero no se dio cuenta de que se estaba hundiendo más.

“Desde lo más profundo de mis sentimientos, le pido que me permita volver con mi familia”, imploró. “Gracias, su señoría”, dijo antes de inclinarse y hacer una reverencia.

Cogan sólo miró y dio paso a que la Fiscalía presentara sus argumentos. Saritha Komatireddy sacó toda la artillería. “Él ayudó al cartel, él protegió al cartel, él era el cartel”, dijo para exigir que pasara el resto de su vida tras las rejas. “Este hombre tiene muerte en sus manos”, agregó.

Apeló al deber que tenía la corte para mandar un mensaje “increíblemente importante” a los funcionarios corruptos y para poner precio a la traición de la confianza de millones de personas en México y Estados Unidos. Recordó que García Luna, el hombre que se vendía como un “preso modelo”, amenazó a otros reclusos, barajó la idea de “mandar a matar a sus familias” y ofreció sobornos millonarios para que otros reos declararan a su favor.

Y casi en el tramo final dejó salir una frase a la que no dio importancia, pero marcaría el curso de los acontecimientos.
“El acusado vive una doble vida”, comentó.

A las 17.21, Cogan fue lapidario. “He oído suficiente sobre carteles”. Cuando el juez empezó a hablar de la posibilidad de imponer la cadena perpetua, García Luna se desmoronó.

Tomó la botella de agua colocada en su sitio y dio un sorbo lento para pasar el trago amargo. Cogan ironizó sobre las frases “bonitas” de De Castro, pero también puso en su lugar a los fiscales, al asegurar que tenían razón, pero exageraban. “Usted es culpable, señor”, dijo para frenar en seco el último pedido de clemencia del acusado.

Al hombre que se convirtió en el azote de narcos como Joaquín El Chapo Guzmán, no le impresionaron ni las condecoraciones ni las cartas ni el discurso del exsecretario, tampoco los argumentos elaborados de las autoridades estadounidenses, ni siquiera se inmutó ante las dubitaciones de la defensa. Cogan dejó claro que es una persona que había visto prácticamente todo en la corte y que no iba a permitir un atisbo de duda de que ese, era su tribunal.

“Usted no puede venir a presumir un montón de premios, esa era su cortina de humo”, señaló el juez.

“Usted tenía una doble vida, pero una de ellas dominó a la otra y fue la que provocó un daño tremendo”, zanjó.

“Usted tiene la misma matonería que tenía El Chapo, sólo que la manifiesta de manera diferente”, aseguró.

“Usted se engaña a sí mismo al pensar que respeta la ley, si le pusieran un polígrafo lo pasaría”, agregó.

Cada palabra desmontaba todo lo que se había visto y dicho en el tribunal. García Luna creía que sería el gran protagonista, que podía esperar un milagro. Los fiscales estaban convencidos de que obtendrían lo que querían. Pero fue Cogan quien se llevó la audiencia.

“No voy a sentenciarlo de por vida vida”, dijo el juez tras hacer una pausa. “Voy a dejarle un poco de luz al final del túnel”, subrayó.

Cogan dictó una sentencia de 460 meses de cárcel, más de 38 años.

Si García Luna cumple la condena a cabalidad, recuperará su libertad después de cumplir 89 años, aunque mucho puede pasar en el camino.

“Estoy seguro de que tiene algo de dinero escondido”, afirmó al imponerle una multa de dos millones de dólares.

“No podrá volver entrar a Estados Unidos”, añadió el juez.

“Estará cinco años en libertad supervisada”, dijo casi al terminar, tras fijar también una pena concurrente de seis meses por mentir en su solicitud de naturalización. Cada delito fue castigado.

“Se levanta la sesión”, concluyó al abandonar la corte.

Tras pronunciar su último discurso, entre el abatimiento y la resignación, García Luna fue retirado de forma súbita y llevado de regreso al Centro de Detención Metropolitano de Brooklyn, la cárcel que se ha convertido en su casa durante los últimos 59 meses.

La sombra del exfuncionario mexicano de más alto rango que ha caído en una corte estadounidense se desvaneció por los aires. También quedaron atrás las fotos oficiales, los premios al policía del año y el velo de impunidad que lo cubrió durante casi una década tras dejar el Gobierno.

“Tras años de engaño y narcotráfico destructivo, García Luna pasará casi 40 años donde debe de estar: en una prisión federal”, se lee en el comunicado de las autoridades de Estados Unidos.

Linda Cristina Pereyra y Luna García, su esposa y su hija, clavaron la mirada en el vacío, pero no lloraron, como si lo hubieran asimilado en el tiempo que transcurrió desde el veredicto de febrero del año pasado.

El expresidente Calderón también lo dejó caer y dedicó más espacio a defender el legado de su Gobierno que a su viejo aliado y socio.

Felipe Calderón confió en Genaro García Luna desde antes de que iniciara su administración y lo tuvo a su lado todo el sexenio; le dio todo el poder, los recursos y la influencia para dirigir la principal acción de su gobierno: el combate al crimen.

Dos años después de dejar el poder, en su primer libro como expresidente, agradeció y reconoció a su secretario de Seguridad Pública, García Luna, y a todo su gabinete de seguridad, por los grandes sacrificios y riesgos de carácter personal que corrieron durante el sexenio.

“Quiero reconocer el enorme patriotismo, lealtad y valor de quienes estuvieron al frente de las dependencias vinculadas al Estado de Derecho, la Seguridad Pública y la Procuración de Justicia”, escribió Felipe Calderón en su libro Los retos que enfrentamos (DEBATE, 2014), y enlistó a continuación a 13 funcionarios.

El secretario de la Defensa Nacional, general Guillermo Galván; el secretario de la Marina, almirante Francisco Saynez; el secretario de Seguridad Pública, ingeniero Genaro García Luna; sus tres titulares de la Procuraduría General de la República (PGR), Eduardo Medina Mora, Arturo Chávez y Marisela Morales; sus cinco secretarios de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, Fernando Gómez Mont, Alejandro Poiré, y los fallecidos Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake, y sus dos titulares del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (Cisen), Guillermo Valdés y Domingo López Buitrón.

De esos 13 funcionarios, sólo los primeros tres acompañaron a Calderón durante todo el sexenio y, de ellos, el único civil fue Genaro García Luna.

El exsecretario -hoy condenado a 38 años de prisión en Estados Unidos por sus vinculos con el narcotráfico– fue el hombre clave de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, que Felipe Calderón niega haber declarado y que prefiere llamar -tanto en su libro como en sus pronunciamientos en redes sociales- “estrategia nacional de seguridad”.

En ese primer libro como expresidente, Felipe Calderón hace una extensa defensa de su estrategia, en la que queda claro el importante papel que jugaba Genaro García Luna, a quien atribuye “logros” como la creación de Plataforma México -un sofisticado sistema único de información criminal-, la creación de un nuevo modelo policial con la depuración y fortalecimiento de la Policía Federal Preventiva, la planeación y ejecución de los operativos conjuntos iniciados en Michoacán en diciembre de 2006 y que se multiplicaron por todo el país, la colaboración y corresponsabilidad entre órdenes de gobierno a través de la firma y ejecución del “Acuerdo Nacional por la Seguridad” en 2008, la creación de 38 centros estatales de evaluación y control, de confianza, la creación de unidades especializadas en el combate al secuestro, y el cabildeo de media docena de reformas legales y nuevos ordenamientos jurídicos.

García Luna cambió lo siguiente:

•  La Policía Federal Preventiva pasó de 6 mil a 36 mil elementos entre 2006 y 2012.
•  La Secretaría de Seguridad Pública pasó de un presupuesto anual de 13 mil 664
millones de pesos en 2007, a 40 mil 536 millones de pesos en 2012.
•  Su secretaría ejerció, en total, 174 mil 783 millones de pesos durante el sexenio.
•  Calderón le confió la operación de la Plataforma México, con un costo de al menos
4 mil 300 millones de pesos durante el sexenio, donde se generaron y registraron millones de datos sobre la operación de la delincuencia, común y organizada.
•  Durante el sexenio de Calderón se puso a disposición de los gobiernos estatales más de 67 mil millones de pesos para capacitación, evaluación y depuración de policías locales, que se ejercieron bajo la coordinación de la secretaría encabezada por García Luna.

El super policía contaba con una estructura cercana a quienes protegió y se autollamaban los “los 12 apóstoles”, sin embargo, ¿quiénes estuvieron implicados en la red de García Luna?, y ¿dónde están actualmente?

A usted que me escucha y me lee deje le cuento:

Luis Cárdenas Palomino
Fue director de Seguridad Federal de la Policía Federal en el sexenio de Calderón, coordinador de Inteligencia para la Prevención del Delito de la Policía Federal en 2008, director general de Investigación Policial de la Agencia FederaI de Investigación (AFI) en 2001 y director general adjunto de la Policía Judicial Federal en el 2000.

En julio de 2021 fue capturado por la Fiscalía General de la República (FGR) en su domicilio por el delito de tortura en agravio del hermano y sobrino de Israel Vallarta, el presunto líder de la banda “los Zodiaco” y quien desde el 2005 está preso acusado de secuestro, en 2010 se le había condecorado como el “Mejor Policía de México”.

El expolicía estuvo relacionado con la primera detención de un alto exfuncionario mexicano relacionada con el caso de Florence Cassez e Israel Vallarta.

Cárdenas Palomino estuvo marcado por su presunta participación en el operativo rápido y furioso, el cual permitió que 2 mil 500 armas fueran compradas ilegalmente y transportadas a México, que perpetuo el combate entre ellos y con las autoridades.
Detenido en 2021  en el penal federal del Altiplano acusado de torturar a familiares de Israel Vallarta, para obligarlos a confesar que formaban parte de la banda de secuestradores Los Zodiaco.

Ramón Pequeño García
Fue director de la División General de Inteligencia de la Policía Federal, responsable de monitorear la celda de Joaquín Guzmán Loera previo a su segunda fuga de un penal de máxima seguridad en 2015.

Actualmente está prófugo de la justicia acusado en Estados Unidos por tráfico de cocaína.

Facundo Rosas
Comisionado general de la Policía Federal y secretario de Seguridad Pública en la administración de Moreno Valle en Puebla, fue uno de los hombres más cercanos a García Luna y su nombre estuvo implicado en el operativo “Rápido y furioso”.

Fue llevado a prisión por atropellar y matar una mujer en la CDMX, sin embargo, fue exonerado tras estar 6 meses en prisión.

Domingo González Díaz
También llamado “comandante Domingo”, fue director del Centro de Mando de Operaciones Especiales de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI).

El nombre de Domingo fue mencionado en las últimas semanas, señalado durante el juicio del superpolicía por recibir millones de dólares como soborno por parte de organizaciones criminales.

En 2004 fue acusado de proteger al narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, operador del Cártel de Ciudad Juárez, González Díaz se dio a la fuga y aún está prófugo de la justicia.

Francisco Javier Garza Palacios
Fue director del Penal Federal de Alta Seguridad de Puente Grande en 2010, coordinador del Área de Mandamientos Ministeriales y Judiciales y jefe de la División de Inteligencia de la Policía Federal en 2008.

Fue detenido acusado por narcotráfico por agentes de la Interpol México en el aeropuerto de la CDMX en cumplimiento de una orden de aprehensión en 2010.

Armando Espinosa de Benito
Armando fue titular de Investigación en la Secretaría de Seguridad en el sexenio de Calderón.

El hijo de Ismael “El Mayo” Zambada, narcotraficante mexicano, declaró que Armando era el contacto entre la DEA y la Policía Federal.

Édgar Eusebio Millán 
Edgar Millán fue comisionado interino de la Policía Federal y Coordinador de Seguridad Regional, director general de Despliegue Regional Policial de la AFI de 2006 a 2007 y director de secuestros en la Dirección General de Investigación Policial en 2002. Estudió en la Universidad del Valle de México y recibió entrenamiento en varios países en seguridad internacional.

Presuntamente perdió la vida a manos del Cártel de Sinaloa después de que se filtrarán sus datos personales como dirección, horario de actividades y la hora estimada en la que llegaba a su casa. Murió en la Ciudad de México y el atacante fue sometido por los escoltas del exfuncionario, quien posteriormente declaró ante la Procuraduría General de la República (PGR) que era un asesino a sueldo y que fue contratado por el Cártel del Pacífico.

Igor Alfredo Labastida
Fungía como director de Investigaciones de la PFP, fue asesinado en la CDMX en 2008 en una cocina económica junto a su escolta, y se especuló que este hecho tuvo relación con el asesinato de Edgar Eusebio.

En noviembre de 2012 Edgar Valdés Villarreal “La Barbie”, operador de los Beltrán Leyva, hizo pública una carta donde afirmó que Millán y Labastida estaban en su nómina, además de otros mandos.

Roberto Velasco
Inspector del área de operaciones de la Policía Federal, subordinado del superpolicía quien fue asesinado en 2008 afuera de su domicilio.

Por mencionar a algunos.

Con la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo llega su “Súper Policía” a encabezar la desmantelada Secretaría de Seguridad.

Más con fama y notoriedad que con herramientas, el joven García Harfuch ha iniciado con protagonismo la encomienda. Le apodan “El Zar de la Seguridad” por “la valentía” que ha tenido para presentarse en zonas inseguras como Culiacán o Sonora, adonde acudió a una reunión de seguridad con el gobernador en cuestión.

Con los antecedentes de origen de García Harfuch, las dos ocasiones en que Sheinbaum ha hablado de su estrategia de seguridad, la primera vez en su discurso inaugural y la segunda en una conferencia matutina, antes de cualquier cosa, ha hecho hincapié:

“No vamos a regresar a la guerra contra las drogas de Felipe Calderón”.

Evidentemente sus razones tendrá la Presidenta,  términos personales, de marketing político o por consigna de su antecesor, para hacer referencia a Calderón y no a Enrique Peña Nieto, por ejemplo, pero lo que sí es una realidad muy pública es que Omar García Harfuch se inició en la labor policiaca en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, y en la secretaría que encabezaba Genaro García Luna.

Su mentor fue Luis Cárdenas Palomino, detenido en 2021 por su participación en el caso de Florence Cassez. Eso, ni el joven político  ni la Presidenta podrán borrarlo del currículum del secretario de Estado.

Es decir, que los hechos fundacionales de la carrera policiaca de Omar están en el sexenio más detestado y criticado por el ex Presidente Andrés Manuel López Obrador, cuyo estigma ha mantenido la Presidenta Claudia Sheinbaum.

Fue en 2008 cuando el ahora secretario de Seguridad se integró a la Policía Federal Preventiva de la Secretaria de Seguridad Pública, donde rápido ascendió a la jefatura de un departamento, a la dirección de otro y a la coordinación de alguno más.

Trascendió a Genaro García Luna y a Felipe Calderón, llegando al sexenio de Peña Nieto, en el cual continuó con su formación profesional hasta llegar a la titularidad de la Agencia de Investigación Criminal de la entonces PGR, en las postrimerías del peñismo.

Considerando sus inicios y aprendizajes primeros en la carrera policíaca, y que arriba a una Secretaría de Seguridad desmantelada, sin corporación policíaca, dado que ésta fue transformada en Guardia Nacional y enviada a la Secretaría de la Defensa Nacional para su integración, avituallamiento, operación y funcionamiento administrativo, al “Zar de la Seguridad” no le queda más que “coordinarse” con el resto de las corporaciones e imponerse en estados y municipios, particularmente aquellos gobernados por personajes emanados de Morena, su partido oficial.

Esta estrategia de “armarse” un equipo de seguridad en estados y ayuntamientos, le resultará a García Harfuch en el control de la estrategia de seguridad en distintas regiones del país, donde su voluntad se impone ante los gobernantes de su partido, Morena, que ceden la responsabilidad de la seguridad a la Federación.

A la par, el “Zar de la Seguridad” está habilitando la Subsecretaría de Inteligencia, para con el análisis de la información, los hechos, los protagonistas, el contexto y las condiciones en el país, muy al estilo del viejo y odiado por Morena, CISEN, combatir la criminalidad.

Aún es muy temprano para calificar si los esfuerzos de Omar García Harfuch están dando resultados, aunque ni en Culiacán ni en Tijuana, con su presencia o recomendaciones, ha bajado un ápice la violencia, pero lo que sí es que, aunque promueva la Presidenta que no se regresará a la “guerra contra las drogas de Calderón”, los inicios de su Zar de la Seguridad no se distancian de aquella estrategia (uso de Fuerzas Armadas, inteligencia y coordinación) de la era de los llamados “narcopolicías”, entre los cuales dos jefes del actual secretario se encuentran detenidos.

A la fecha sus dos mentores se encuentran tras las rejas, ya veremos que pasa con García Harfuch. Aunque dirían por ahí, origen es destino.

Genaro García Luna fue condenado. El juicio convirtió un secreto a voces en una verdad más allá de cualquier duda razonable. La sentencia fue histórica para México, aunque se dictó a 3.000 kilómetros del río Bravo.

A usted que me escucha y me lee, despues de este relato saque usted sus propias conclusiones.

El engranaje criminal y político, sin duda es uno mismo.

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