18-10-2024 06:17:21 PM

El crimen manda

Por Valentín Varillas
 

Llegó el primer mensaje del sexenio.

Y de qué manera.

Con toda contundencia y crueldad.

Un acto sanguinario promovido y publicitado para dejar claro quiénes llevan las riendas de varias comunidades a lo largo y ancho del país.

Un espectáculo a más puro estilo “gore” que cumplió a cabalidad con el objetivo de seguir sembrando todavía más miedo e incertidumbre.

Aniquilar de tajo el incipiente optimismo que puede suponer el inicio de un nuevo gobierno.

Así, con el mismo nivel de salvajismo con el que se terminó el anterior.

El que la decapitación de Alejandro Arcos Catalán, ex edil de Chilpancingo, sea el tema principal del debate público nacional, no ofende a las miles de víctimas que semanalmente enlutan el país.

No los invisibiliza ni minimiza.

Para nada; siguen siendo sin duda el gran pendiente nacional.

Pero aquí, en este caso en específico, la forma sí es fondo.

De entrada porque, recién llegado al cargo, prometió que jamás negociaría con la delincuencia organizada.

Y una declaración pública con estas características, en el México de hoy, es el equivalente a una sentencia de muerte.

Rápida y muy violenta.

Seis días le dieron de gracia los criminales que lo asesinaron.

Pero podría haber sido uno sólo, o bien horas.

Al final, ellos son los que deciden sobre la vida de millones.

Sobre nuestra integridad física, tranquilidad, libertad, negocios, derechos políticos y demás.

Son los auténticos amos.

Y estamos inertes, indefensos, todos, ante su embate.

Aunque esto jamás se reconozca en el discurso oficial.

Porque si eso le pueden hacer a un edil, con toda la fuerza que supone su cargo, con todo el aparato de seguridad que lo rodeaba, imagínese qué no serán capaces de hacer con nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes.

El gran Sergio González Rodríguez, escribió en su libro “El hombre sin cabeza” las siguientes líneas, demoledoras, pero que reflejan con toda crudeza la realidad nacional: “El decapitador se asume como mensajero del lado oscuro de la humanidad, se ve como el reimplantador del reino de la muerte y el salvajismo vasto que nombra la destrucción e impone un sentido negativo en el mundo”.

El crimen organizado lleva décadas decapitando el tejido social de un México que ha perdido el rumbo, paralizado y con miedo ante el embate de unos poderes de facto que nos han condenado al miedo y la paranoia eternos.

A la pesadilla sin final.

Porque más allá de optimismos fatuos y estériles, de plano no se ve la pinche luz al final del túnel.   

Si es que a estas alturas existe tal.

Tiene González Rodríguez un párrafo ideal para rematar estas líneas: “la muestra magnífica de la progenie monstruosa se halla en la decapitación, cima de lo fragmentario. Un monstruo para el mañana”.

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