Por Alejandro Mondragón
El grave problema que enfrenta este país es la normalización de la tragedia, que acaba en lo cómico.
Lo peor es que, al final, raya en lo grotesco.
Eso que Morena salió a defender a Samuel García para que su relevo interino fuera de Movimiento Ciudadano, por ser el partido ganador de la elección en Nuevo León, jamás lo aplicó en Puebla.
En enero del 2019, días después del helicopterazo que costó la vida a la entonces gobernadora Martha Érika Alonso, el PAN reclamó que el interinato recayera en alguien de los suyos.
La entonces secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, dijo que sería lo prudente y conducente. Morena hizo todo lo posible para dinamitar cualquier acuerdo.
Peeeero también contribuyó la pendejez de los panistas. El exalcalde Luis Banck había quedado fuera de la jugada, tras azuzar en velorio a los morenovallistas a reclamar justicia.
El grupo compacto de lo quedaba del grupo propuso como una única carta a Jesús Rodríguez Almeyda, entonces titular de Gobierno.
Se fueron con esa jugada, pese a que en el CEN del PAN se planteó que se propusiera al hoy diputado federal, Humberto Aguilar Coronado. Se negaron.
Craso error porque Rodríguez Almeyda era inelegible. No contaba con la residencia probada para convertirse en interino.
Ya en las cuerdas, con el aval morenista a Don Guillermo Pacheco Pulido, el galismo propuso a Gerardo Islas, cuya visita al entonces consejero jurídico, Julio Scherer, duró menos que Javier Lozano como vocero de la Coparmex.
Así que tienen razón los panistas en que Morena midió con dos varas el caso Nuevo León y Puebla, pero también fueron más que ingenuos, pues perdieron la plaza por arrogancia y pendejez.
Ahora pagan las consecuencias, pero lo cierto es que también Morena, defensora de Samuel García quedó embarrada en lo grotesco en que se ha convertido la política mexicana.
Está claro que la pendejez es una enfermedad que no hace sufrir al enfermo, sino a los demás.