Por Jesús Manuel Hernández
Los incidentes registrados los últimos meses donde estudiantes de la Universidad Anáhuac han sido protagonistas y ejecutores de la violencia y el influyentismo, no hace menos que poner las barbas a remojar para evitar, o para prevenir, descalabros en el futuro electoral.
Quienes tienen a sus hijos en la Anáhuac saben perfectamente de la dificultad para obtener aceptación a la solicitud de ingreso, se necesitan al menos 3 cartas, sí, tres, de miembros de la comunidad Anáhuac para pasar el filtro de la inscripción. ¿Quiénes habrán recomendado al estudiante Patricio N. responsable de la golpiza al guardia privado y quiénes a los golpeadores de Angelópolis hace unos meses?
Lo mismo sucedía para ingresar a grupos de cuerpos intermedios o cámaras, colegios de profesionales, o abrir una cuenta de banco, o a los clubes deportivos y sociales, se necesitaba el aval de tres personas.
Y en la política no podía ser menos. En el pasado el poderoso funcionario al servicio de Gobernación Federal, Fernando Gutiérrez Barrios, era el responsable de entregar los resultados de las investigaciones sobre los precandidatos a gobernadores, senadores o diputados federales.
Gutiérrez Barrios había reunido por años la información de los cuadros políticos y su aval tomó fuerza en algún tiempo.
Hubo otros políticos con un poder similar y actuaban de diversas formas.
Unos usaban la información para ejercer el poder en su favor, otros para el servicio del partido y del presidente, algunos más negociaban la información con los elegidos.
Había un rubro muy especial en donde los informantes de Gutiérrez Barrios actuaban, se trataba de obtener la más precisa información sobre las relaciones familiares del candidato, para ello cooptaban a sirvientes, choferes, jardineros, etcétera, el objetivo era saber si la esposa del aspirante ejercía violencia sobre él, es decir, saber si “le pegaba su mujer”, esa información era el punto más delicado en el análisis de la seguridad de la persona, y representaba alarma sobre la disciplina, la lealtad a quien lo eligiera. La frase era muy simple “¡Aguas con fulano, le pega su mujer!”. Y no al revés.
Había otros métodos para blindar la cobertura de seguridad y vulnerabilidad del candidato; muchas veces el delegado del PRI era el responsable de ejecutar la orden, llamaba al aspirante y le preguntaba, a solas, ¿hay algo que debemos ocultar, algo que te comprometa, algo que los contrarios puedan usar en contra tuya?
Y luego se procedía a construir la estrategia de defensa para desviar el peligro.
A últimas fechas hay un asunto muy delicado que puede afectar a cualquiera de los aspirantes, el de ser acusados o involucrados en la protección de la violencia contra las mujeres, un tema muy delicado, puesto sobre la mesa para todos los colores, para todas las ideologías.
Grave, gravísimo, sería que los enemigos de alguno de los aspirantes a cargo de elección popular en Puebla fuera relacionado con la violencia de género, podría constituir el arma secreta para desmantelar el triunfo, por tanto los aspirantes deben empezar a hacer una minuciosa revisión de quiénes les acompañan, quiénes les asesoran, quiénes les representan y principalmente a quiénes les acercan en el camino por andar o sea “¡Aguas!”
O por lo menos, así me lo parece.