Por Alejandro Mondragón
Con el arranque formal del proceso electoral en Puebla y la postulación de aspirantes a los cargos públicos, Puebla ingresará inevitablemente en la espiral de la politización de lo cotidiano.
Cualquier incidente aislado será usado de pretexto para fustigar, descalificar y sobajar autoridades y culpar a aspirantes.
Es la normalización de la mentada de madre de cada elección, más en la que se avecina, porque la polarización es el pan nuestro de cada día.
Los gobiernos municipales del PAN están ya bajo fuego constante, en tanto la administración morenista es enjuiciada en cada acto.
Nadie va a ganar la plaza a madrazos, pero en la disputa por el poder se sabe que todo vale.
Otros procesos electorales se han vivido en Puebla, donde la mierda sale de las cañerías de la política.
El problema siempre es el día después de la elección, donde las ofensas se volvieron agravios.
Ya el mandatario Sergio Salomón ha pedido que por encima de las campañas se ponga la estabilidad y la gobernabilidad.
El punto es que al calor de la contienda no se razona, analiza y despresurizan enconos, al contario exacerbarlos es mover las emociones del electorado.
La cruda viene luego.
Lo cierto es que debemos prepararnos para lo que viene que no será un día de campo para la sociedad, pues Puebla se volverá en la arena de la batalla por el poder.
Y ya para qué le cuento del país.