Por Alejandro Mondragón
Bien Beatriz Paredes Rangel podría acusar a la dirigencia de su partido, el PRI, de violencia política de género, por la forma tan desaseada en que la excluyó de un proceso formal, avalado por el Instituto Nacional Electoral.
El presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo razón desde el primer momento en anticipar que PAN, PRI y PRD siguieron las instrucciones del grupo de Claudio X González para imponer a Xóchilt Gálvez, como su carta para el 2024.
La senadora panista se convierte así en la candidata de las declinaciones de todos y todas, por encima del formato democrático que presentaron ante las autoridades electorales.
Un poder por encima de los partidos opositores nació. Sí, el patronal con Claudio X González para cobijar a Gálvez, sin importar que la consulta ciudadana aún no se había llevado a cabo.
Peligroso que, desde ahora, en caso que Xóchitl logré triunfar en el 2024, ese poder vaya a tomar las decisiones de este país, detrás del trono.
Si Gálvez se había convertido en un fenómeno político para este país, además de poner tras las cuerdas al mismísimo Andrés Manuel López Obrador, por qué no la dejaron demostrarlo en las urnas.
¿A qué le tuvieron miedo?
Y me refiero en plural, pues Xóchitl no es la candidata opositora surgida del voto ciudadano y de la militancia partidista, es el personaje que un grupo que encabeza Claudio X González quiere para enfrentar a la 4T.
Vaya desesperanza enfrentarán aquellos candidatos que pretendan alcanzar una nominación para el 2024, tendrán que gozar con el aval de un grupo que pone por encima ya de los partidos.
Esperemos que si ganan la elección no estén arriba de las instituciones.
Eso sí, la oposición acaba de darle al proceso de Morena lo que decían no tendría: Legitimidad.