Por Valentín Varillas
El tufo del fantasma rodea a la empresa encargada de dar el servicio a los elevadores del IMSS .
La responsable de la muerte de Aitana, una menor de 6 años que acabó prensada por el mal funcionamiento de uno de los elevadores de la clínica 18 en Playa del Carmen.
Ha trascendido en las cuentas en redes sociales de varios periodistas y analistas, que SITRAVEM se creó en el 2018 con la llegada de Morena al poder.
Que por lo mismo, no cuenta con la experiencia ni la capacitación para brindar los servicios acordados.
Que tiene como domicilio fiscal un terreno en donde desde hace años se encuentra abandonada una construcción en “obra negra”.
Que es contratista favorita no sólo del Seguro Social, sino del Metro de la CDMX y del Tren Ligero.
Que cada uno de estos proyectos le fueron asignados de manera directa, sin licitación de por medio.
Mal por donde se vea.
Una niña muerta como consecuencia de todo lo anterior.
En Puebla, por ejemplo, por décadas vimos a los gobiernos estatales aplicar una estrategia similar para sangrar al erario.
El florecimiento del huachicol a través de la sociedad perversa entre criminales y autoridades.
Civiles y militares.
Para darle “legalidad” y viabilidad al dinero sucio producto de la ordeña y venta de combustible robado de PEMEX, florecieron como nunca las empresas fantasma.
Y de su mano, millonarias fortunas entre abogados, contadores, notarios públicos y demás.
Más allá de los enormes réditos, esta industria sigue dejando una estela de muerte y violencia como saldo social.
Disputas por el control del territorio, con su inevitable deterioro del tejido social.
Inocentes que pierden la vida en le fuego cruzado, ajusticiados, encobijados y un largo etcétera.
La cultura de la muerte por dinero.
Además, decenas de fallecidos y pérdidas económicas invaluables a partir de las explosiones de ductos, por años y en varias zonas del estado.
La corrupción no es un tema únicamente de enriquecimiento personal al amparo del poder.
Es un flagelo que mata y que mata a cientos de inocentes en este país, con una frecuencia que espanta.
También es la única institución realmente fuerte que existe en la vida pública nacional.
Y esto no va a cambiar.
No hasta que cambiemos también nosotros como ciudadanos.
Y la verdad es que no se ve para cuando.
