22-11-2024 06:11:16 PM

La rebelde que ganó Puebla para AMLO

Por Valentín Varillas

 

Como presidente nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky fue fundamental para que a Puebla llegara un gobierno emanado del partido del presidente.

Desde la elección del 2018, se encargó de diseñar y operar la estrategia electoral con la que le plantarían cara al morenovallismo.

Ese que en aquel momento gozaba de cabal salud como grupo hegemónico de poder en el estado.

El que era capaz de ganarlo todo en la política.

El que utilizaba de manera facciosa las instituciones públicas para lograrlo y que tenía como fuente de financiamiento miles de millones de pesos que salían del erario estatal.

No, la verdad es que no estaba fácil.

La propia Yeidckol definió a Puebla como una entidad en donde había enormes focos rojos en materia de potencial fraude electoral.

Por eso, destinó a un ejército de militantes para vigilar y darle seguimiento a la elección a gobernador.

Fue fundamental para convencer a López Obrador de enviar al estado a Santiago Nieto y dar puntual cuenta de todas las irregularidades sucedidas antes, durante y en los días posteriores a la votación.

Nieto se encargó de darles viabilidad jurídica para poder presentarlas de manera formal ante las instancias que procuran y administran justicia electoral.

Y así se hizo.

La elección poblana, con su respectivo tufo a fraude, se tuvo que decidir en el pleno del Tribunal Federal Electoral.

El bizarro fallo de la “mayoría” de sus magistrados, será recordado por siempre como una de las más grandes infamias de a mal llamada democracia mexicana.

Más adelante, en la coyuntura de la elección extraordinaria, Polevnsky fue capaz de imponer su autoridad para garantizar la unidad del Movimiento de Regeneración Nacional y sumar un estado más a su “haber”.

Los demonios al interior se habían desatado con la muerte del senador Moreno Valle y de la gobernadora Alonso Hidalgo.

Con la consecuente extinción de facto de su grupo político, perfiles como Alejandro Armenta y Nancy de la Sierra, de la mano de Ricardo Monreal, querían hacerse de la candidatura.

Ninguno de ellos, un año antes, mostró interés real en buscar la nominación.

Al contrario.

Todos avalaron la encuesta que en ese momento se utilizó para designar a Miguel Barbosa como abanderado.

Yeidckol cerró filas con quien al final resultaría electo como gobernador.

Jamás dudó.

Ni en lo mediático, ni en el discurso, mucho menos en términos de operación política.

A pesar de que Armenta llevó el tema hasta las últimas consecuencias en lo jurídico, la líder del partido jamás titubeó.

Siempre firme en el espaldarazo a Barbosa, manejó siempre el argumento de que, si Barbosa había ganado realmente en el 2018 y el fraude electoral le arrebató el triunfo, por mínima congruencia tenían que competir nuevamente con el candidato vencedor.

Así se entendía también en la oficina principal de Palacio Nacional.

Y funcionó de maravilla.  

Morena ganó Puebla y Polevnsky entregó los resultados que de ella se esperaban.

Hoy, vive una realidad completamente distinta.

Lejos del ánimo del presidente, ha sido maltratada de manera injusta por la militancia del que todavía es, oficialmente, su partido.

Su gran pecado: querer participar en el proceso interno de selección del candidato o candidata a la presidencia.

Exigir democracia al interior de un movimiento que la practica sólo en el discurso, pero que en los hechos toma decisiones y conduce sus procesos, bajo la lógica del más descarado dedazo. 

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