22-11-2024 08:00:46 PM

El rito de “el tapado”: versión 4T

Por Valentín Varillas  

 

La renuncia anticipada de Ebrard le puso picante a la sucesión presidencial. 

No es casual que se trate de un asunto de altísima prioridad para López Obrador. 

Marcelo puede hacer un boquete importante en el número de votos potenciales que pudiera obtener el candidato del oficialismo. 

Arrojado, valiente, contestatario, rebelde, hasta suicida si usted quiere. 

“Cualidades” que no son destacables de acuerdo a los usos y costumbres que han caracterizado al actual grupo en el poder. 

Esos que privilegian en un 90% la lealtad, dejando en un modesto 10, el talento, la inteligencia y la capacidad para ejercer un cargo en la política o el servicio público. 

El ex canciller puede darse esas licencias porque, de entrada, no tiene mucho que perder. 

Cada vez parece más claro que el ánimo del presidente se terminará imponiendo en su proceso de sucesión y que la consentida jefa de gobierno será la que compita para darle continuidad al grupo. 

Por eso se juega el todo por el todo. 

Nada que ver con las dos veces anteriores en donde se sacrificó por Andrés Manuel. 

Ahora no hay ya sacrificio que alcance. 

Ni Plan B a la vista, que pudiera ser lo suficientemente atractivo para inmolarse nuevamente. 

Ebrard sabe lo que vale. 

Su figura se hizo de una muy buena plusvalía cuando fungió como hombre orquesta del gabinete, prácticamente la mitad del sexenio. 

Cuestiones no sólo de diplomacia, sino de gobernabilidad o desarrollo económico, pasaban por su escritorio. 

Y las atendía con pulcritud. 

Siempre en el ánimo de volverse indispensable para su jefe. 

Parece que poco, o nada, le servirá haber cumplido con semejante meritocracia. 

Pero la verdad es que y no tiene de otra. 

Si quiere romper con su eterno papel de segundón, tendrá que estirar la liga hasta romperla. 

Quemar naves y cumplir con aquella promesa de que, sea como sea, aparecerá en la boleta presidencial en el 2024. 

Esta frase hace salivar a los opositores a la Cuarta Transformación. 

Ante su incapacidad para darle forma a un proyecto medianamente atractivo para la mayoría de los electores, le apuestan al rompimiento, a la fractura, para rescatar los despojos del López-Obradorismo. 

Hacen cuentas alegres y se emocionan pensando que pudieran llegar a ser competitivos si mandan a Ebrard como su abanderado. 

Buscan afuera lo que saben de sobra que jamás obtendrán con los de casa. 

Patéticos. 

Pierden de vista que Marcelo es uno de los creadores del fenómeno AMLO. 

Que son más de dos décadas de compartir proyecto, ideología y visión de país. 

Que más allá de su imagen moderada, centrada y aparentemente alejada de los extremos, Marcelo ha avalado todas y cada una de las decisiones tomadas en la oficina principal de Palacio Nacional. 

Esas que tanto critica la oposición. 

¿De verdad quieren esto? 

Bendita congruencia. 

La angustia de Sheinbaum, el miedo de Adán, la indisciplina de Marcelo, los ridículos de Manuel Velasco y Fernández Noroña, son maromas enormes que sirven como materia prima para intentar vestir de democrático un proceso que será absolutamente cupular. 

Como en aquellos viejos tiempos del régimen de partido único, será la voluntad del presidente la que acabe señalando al ungido. 

Pase lo que pase y a como dé lugar. 

Son las facultades mínimas que debe de ejercer hasta el final, el que esté sentado en la silla. 

Mientras, en Puebla, también se hacen húmedas elucubraciones. 

Se pierde el realismo y vemos con pena ajena actitudes, modos, frases y poses, de quienes se sienten ya candidatos, por el simple hecho de haber roto todos los récords de la zalamería, la adulación y el servilismo. 

Nada más. 

Esperan, como rémoras, que quien resulte candidato “a la grande” los arrope con su manto protector. 

Creen que el que gana, debe de arrebatar y pierden de vista el principio básico, elemental, de la importancia de los equilibrios en la política real. 

Esos que son fundamentales para obtener aquella “unidad” que tanto cacarean en el discurso. 

A ver cómo les va. 

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